Es mirar por primera vez.
Es quitar la venda olvidada y abrir los ojos ante la belleza de un verde que
invade las sensaciones. Es decir “no puede ser”. Es darse cuenta de ser el
verdugo propio, inexplicable; pero parece no importar ahora, ahora que lo que
ocurre es tan descabelladamente bueno, ahora que no caben detalles perniciosos
en lo que se ve. El recuerdo se doblega. El sufrimiento desapareció de repente,
después de ser nuestro pan. Si borrasen mi pasado precisamente ahora, no me
importaría, porque acabo de experimentar la misma experiencia, el mismo efecto.
Siento remotamente que hay gente a mi lado, celebrando, congratulando, pero en
un reflejo de mis brazos, me deshago de lo que me pueda tocar y me entrego a
esta sensación de poder flotar, de disfrutar sin esfuerzo, sin límite, sin pago
de deudas pasadas. Este momento es mío, y aunque, afortunadamente, otros pueden
celebrar, ninguno podría sentir lo que siento, ninguno podría saber a lo que me
aferro desde ahora… igual no entenderán, para bien o para mal.
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