Existen tantas formas de representar a un gato
como gatos hay, como personas los puedan ver, como se puedan pensar, como se
puedan desear. Y a pesar de que hay tantas y tan distintas formas de ver lo
mismo desde distintos puntos de vista, desde distintas situaciones, éste no
deja de ser un gato. A pesar de que son distintas personas quienes perciben,
distintos momentos en los que se perciben, no dejará de ser un gato. Hay
elementos definitivos que siempre permitirán saber que es un gato lo que se
retrata, independientemente del giro que se quiera dar. Sin importar el entorno
idéntico, la perspectiva similar, la exactitud del enfoque, el de la derecha no
es un gato. Por mucho esfuerzo que se haga para que parezca lo mismo, por muy
buena intención que se tenga, por muchos deseos de la infancia que se tengan, o
por amplia que sea la experiencia en la vida de una persona extremadamente
hábil en torciones de la verdad, el animal de la segunda gráfica nunca llegará
a ser un gato… comprende, mi amigo, no eres un gato. Tal vez eres algo mejor,
pero no eres un gato.
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