Quiero que seas mi
amigo, pero te prefiero lejos. Quiero que seas mi confidente, pero que no me
puedas ver mientras digo mis cosas. Quiero que, mientras me confieso, sólo
puedas leer y figurarte mi situación sin ver la vergüenza en mis ojos. Necesito
que estés allí, como buen amigo, pero no tan inmediato como quien se sienta
enfrente, en mi mesa. Prefiero escribir y borrar para tener tiempo de
estructurar la idea, de enviar el mensaje cuando me sienta mejor con la frase
escogida para mis embarazosas circunstancias, mis tontas alegrías. Quiero que,
por diferido, sea perfecto; por remoto, sea cómodo; por invisible, sea
manejable. Te quiero presente, pero no te quiero cerca… y gracias por estar
siempre allá para mí.
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