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miércoles, 17 de julio de 2019
¿Usted está bravo?
Una
pila de basura. Un montón de excrementos. Mentiras, una sobre otra hasta formar
un monumento a la hipocresía. Todo un sedimento que por siglos ha venido
produciéndose por toneladas, sin parar, hasta formar parte de nosotros. Por si fuera
poco el basural que nos rodea, se nos metió por la piel, los tejidos, hasta
llegar a los huesos y el corazón. Ha sido un deslave fecal que permanece
avanzando con la fuerza y la paciencia de un glacial, aunque muchas veces
parece ganar una velocidad y una efectividad que nos arrodilla ante el poder
que se quedó sembrado sobre esa pila de inmundicia. Alguien, no se sabe quién,
se subió a la gigantesca montaña de mierda y puso un mantel limpiecito,
suavizado con artilugios, de colores sumamente adecuados para la ocasión. Es
entonces cuando hablamos de valores, de dignidades, de lo bueno y lo malo,
erigiéndonos como agentes de uno u otro bando de ciegos y sordos. Y claro, para
separar lo bueno de lo malo, debemos comenzar a segregar unos de otros: los pecadores
de los puros, los fracasados de los exitosos, los inferiores de los superiores.
Se escriben libros, se crean leyes, se establece el cielo en la tierra. Pero el
mantel, después de un rato, no aguanta la putrefacción que pretende tapar. El
pobre trapo deja ver por entre sus tejidos la farsa que se quiso instrumentar.
¿Rabo de paja? Todos, por supuesto. Los ilusos fingen confesar sus pequeños
pecados, sus raterismos, y se ponen a la orden del capataz de turno, el que les
promete que más adelante también lograrán el éxito que él tuvo a cambio de algo
de sangre y a sabiendas de que es puro cuento, una fábula inventada con la habilidad
cazabobos de todas las épocas. Y aquí estamos y aquí seguimos, oliendo abiertamente
a podrido y con la esperanza patética del que ya vendió hasta lo más sagrado
que tenía. Por eso, ni se te ocurra venirme con cuentos radicales de salvación
a los coñazos.
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