Tu mamá tuvo sexo. Tu tía también tuvo sexo. Tu
esposa, obviamente, tuvo sexo. Adivina: tu niña va a tener sexo. En algún
momento de su vida va a ocurrir. Tu tesorito, al crecer, va a desarrollar las
ganas de estar con un hombre y debes acostumbrarte a la idea. Lo que ahora es
una negación categórica de tu parte, tendrá lugar y no estarás cerca –esperemos
que no− para impedirlo. Ojalá no te vuelvas muy loco desde ahora. Ojalá no
salgas corriendo a implementar métodos medievales para impedir que lo que es
natural tenga su lugar. Ojalá no la encierres o la espíes. Ojalá no le inyectes
la moral pacata que le saboteará la plenitud que ofrece el momento, cuandoquiera
que este ocurra. Ojalá no destruyas, cada vez, la ilusión de estar con quien ella
escoja con el corazón para vivir su momento especial. Lo que sí podrías ir
adelantando es la conversa sobre lo que es y lo que implica una relación
íntima. Lo que puedes ir haciendo es cultivar la confianza en que tu muchacha
vivirá con responsabilidad las primeras apariciones del amor. Lo que puedes
intentar es ver la vida sexual futura de tu hija como algo natural, como algo
inevitable. ¿Qué no lo haga la primera vez con el príncipe ese que mencionan en
la revista? …eso no vendría siendo tu problema. Tu “problema” debería ser contribuir
para darle las herramientas, el discernimiento y la oportunidad de quererse
ella misma, de decidir, de ser, en lugar de agitarle en su cara, cada vez que
sientas la amenaza de que “un desgraciado toque a tu princesa”, la bandera del
pecado y la moral como instrumento lamentable de amedrentamiento, solo porque eres
un troglodita moderno lleno del miedo machista de perder algo que no es tuyo.
Podría ser, ahora que lo pienso, mi querido papá, que solo temes que tu
repollito se encuentre en la calle con tipos como tú.
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