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miércoles, 21 de agosto de 2019

Vamos perdiento II

Después de una introspección honesta, dolorosa, y de una disposición tremenda, 10 personas comprendieron el sentido del versículo, mientras 750 compraron celulares inteligentes y se toman selfies para publicar en las redes. En algún sitio, un milagro de 87 personas se organizó para ayudar a los más vulnerables de la comunidad, mientras un empresario mete a 20 mil jóvenes de la misma parroquia en un concierto de reguetón a perrear, como debe ser. Cientos de miles hablan del bien y la justicia por las redes, desde los podios, desde los púlpitos, o bien cómodos desde su camita, bebiendo el té frío, mientras la miseria y la enfermedad hacen lo suyo en quienes viven bajo la lluvia, el frío y la basura. Los niños de esta familia desde temprana edad obedecen a sus padres, saludan con educación y por último se despiden cordialmente de personas a quien no conocen, mientras al otro lado de la ciudad, miles de otros niños hipnotizados se esconden de sus padres en los celulares que estos les compraron para que no patalearan, para que no armaran lío, para que no arruinaran la foto del momento. En otras tierras, unos cuantos descubrieron el amor verdadero, el que promete paz y equilibrio, al mismísimo tiempo que las multitudes se vuelven locas con las pasiones ciegas, explosivas y efímeras, prefabricadas por los decisores invisibles que no están interesados en arreglar nada. Todo pierde calidad. El promedio baja estrepitosamente. Nos estamos quedando en rojo. Son muchos los jalados por la ilusión, por la mentira interesada, por el espejismo de la felicidad traída por los pelos. La tortuga bienintencionada repite, una y otra vez, que compite efectivamente contra el mastodonte que la embiste.

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