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jueves, 22 de agosto de 2019
Una cuidadera ahí...
He
pasado toda la vida cuidándome. La precaución ha sido la regla inviolable.
Caminar por la calle, manejar e incluso pensar han estado bajo la tutela de
alguna norma autoimpuesta para protegerme. Nada de riesgos, nada de
especulaciones “para ver cómo sale”, ¡qué va! Ni un solo paso en falso al tomar
una decisión muy importante… —menos importante, nada importante—. El cálculo exacto,
el momento y el sitio precisos para hacer mi movida. Si fallo alguna vez,
estaré perdido. No conozco la equivocación ni la falla estrepitosa. No soy un
tipo irresponsable, como muchos quienes se arriesgan a sí mismos y a sus logros
solo por el afán de probar, de “cumplir sus sueños”, de intentar algo de lo que
ignoran el resultado. Yo no. Yo seguiré esperando en este sillón el momento
indicado para saltar sobre la oportunidad indiscutible. Seguiré arrugándome y
perdiendo fuerzas y ganas; con este mapa y este reloj en mis manos mantendré el
ojo en la mira, porque lo que no soy yo es un aventurero negligente de triunfos
ligeros y sin el sacrificio que supone la seguridad absoluta.
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