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domingo, 11 de agosto de 2019

¿Un milagro? no te creo

¿Un milagro curativo, un milagro repentino? No te creo. Lo que ocurrió fue solo una vuelta a una normalidad olvidada, a un equilibrio perdido, al estado inicial perfecto de las cosas. Milagro no. Es otra cosa. Nuestra percepción, sumergida desde hace años en una rutina demente, en un declive imperceptible pero constante, se acostumbró a ver hacia el suelo, a esperar menos de nuestro cuerpo. Nuestra mente, en busca de un espejismo de bienestar, se guindó en nuestra verdadera calidad de vida y la dobló hacia abajo, separándola de ese funcionamiento inmaculado que constituye en sí mismo un milagro constante, y por lo tanto imperceptible. Durante décadas fuimos minando la máquina perfecta sin remordimiento alguno hasta casi lograr su destrucción, y es cuando aparece un mecanismo “milagroso” que nos acerca de nuevo, a una velocidad increíble para nuestros empobrecidos estándares, al funcionamiento perfecto del que nos alejamos ya hace tiempo, gritamos con desvarío que se trata de un milagro. No ocurrió el milagro. Nos alejamos inconsciente y progresivamente del milagro de vivir en plenitud y ahorita lo podemos sentir de nuevo, súbitamente, como un fantasma amigable, sin tomar jamás la más mínima responsabilidad en lo que haya ocurrido. No cabe duda de que la inercia nos hará caer de nuevo en el sopor de siempre, que nos apartaremos, cada vez, del camino de la conciencia y haremos un bochinche de nuevo con nuestra salud… hasta que aparezca el próximo milagro.

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