Pinto
sin marco, libre, caprichoso, sin ajustes convenientes, sin fines de lucro. Pinto
ajeno al adorno, al clavo olvidado en la pared, a la transa frívola y finita. Pinto
con el pincel del momento, a todas luces el más adecuado. Pinto sin pesadez,
pero sin sobresalto. Los trazos no son de lo mejor, pero expresa lo más
auténtico de adentro. Se acaba el color original e invento nuevos momentos, nuevas
iluminaciones que usen colores distintos, posibles, maravillosamente adecuados
al lienzo de siempre. La obra se extiende amorfa, sobre superficies
insospechadas. No se escatima en dimensiones, en descubrimientos… eso sería
como buscarle la simetría a una nube y no queremos eso, ¿verdad?
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