No
veo puente. No por ahora. Sólo veo la brecha, sólo veo el vacío. Más adelante,
seguro mis ojos verán el nuevo paisaje, el nuevo camino. Por ahora, el puente
es un sueño, el nuevo horizonte es un anhelo que no llega a ser espejismo. Ya
lo he sentido. Ya lo he palpado sin haberlo cruzado. No quiero sabotajes en el
camino, no quiero golpes en la mesa, no quiero reclamos. Todo se va
descubriendo a una velocidad alucinante, aunque pausada. Es casi perfecto,
tomando como perfecto lo que no desaliña la escena. Hasta ahora
todo parece navegar entre procesos de ajuste, entre criterios y argumentos
abiertos de oídos, generosos en caricias. Las palabras mudas parecen llover,
pero cada vez suenan menos y dejan pasar a la tranquilidad que avanza con
pesadez, sin pausa, sin sobresaltos amenazantes. Aquí estoy, sentado, calmo.
Aquí estoy, con colores enfrente, con una sonrisa racionada entre mis labios.
Aquí sigo, conversando, escuchando, diciendo con confianza propia lo que
siento, aunque sin temor a ser juzgado; con algo de temor a equivocarme… pero ¿Quién
dijo que no era la manera necesaria de sentirse? ¿Quién dijo que había otra
manera de descubrir lo desconocido que conspiraría a nuestro favor? ¿Quién dijo
que había una manera aburrida de conseguir la felicidad?
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