Todo
terminó sin platillos, sin fanfarria, sin anuncio. No dio tiempo para la
protesta, para el arrepentimiento, para la reivindicación; ni siquiera, para
ver el sitio de la caída y aprestarse a recibir el golpe. Creí que todo duraría
hasta el final, pero terminó antes. Lo
peor es que no hay ninguna instancia a la cual recurrir, taquilla en la cual
formular la queja, planilla para presentar el reclamo. Mientras, por ahora,
camino por estas calles solas, como de día feriado y gris, trato, esta vez, de
leer los anuncios del camino, los mensajes a tiempo para no tropezar tan
estrepitosamente como hace un rato.
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