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domingo, 20 de mayo de 2012

¿Tendrás un billetico por ahí?


Se me otorgó algo que para muchos sería insólito, pero así fue. Un poder (divino, bancario, mercantil) me citó y me dijo que, en adelante, podría tener la riqueza material que deseara, pero sin manipular dinero. Podría yo, entonces, adquirir objetos y artefactos con sólo pedirlo. Podría viajar adonde se me antojara sin ninguna dificultad de acceso. En fin, lo único que no podría hacer sería acumular dinero en ninguna de sus formas. Con los ojos muy abiertos y mi boca salivando, por supuesto que acepté; me ahorraría todo eso de usar los bolsillos o la billetera para albergar pacas o tarjetas de uso recurrente, tedioso. Pero al pasar el tiempo, luego de satisfacer los primeros caprichos y hacerme de mis juguetes preferidos, apareció un síndrome que todavía estoy tratando de establecer. A pesar de que, con chasquear los dedos puedo obtener  casi cualquier cosa sin tener el dinero en la mano, no me produce la misma satisfacción. Sin una docena de billetes en mi bolsillo para sacar y mostrar, no es lo mismo. Sin una cuenta bancaria con qué compararme con el prójimo y demostrarle que tengo más, no siento el mismo agrado. Voy a sitios, me encuentro con gente, hablo con chicas, pero no puedo ostentar mi poder mágicamente obtenido, y echarle en cara a nadie el origen o la naturaleza de ese tesoro. Ellos me miran con suspicacia. Ellos no creen, siquiera, que yo lo merezca. Ellos saben que nunca obtendrán nada de mí por el modo como manejo mis posibilidades materiales: nunca verán un billete mío en sus manos ni una transferencia de mi parte en sus cuentas. Ellos, en dos platos, se alejan y me aíslan en medio de un poder que fue confeccionado para mi ego… pero como sabemos, el ego necesita audiencia, y de eso no tengo en este momento.

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