No
quiero haberte proporcionado la clase magistral, el conocimiento prefabricado,
el entendimiento teórico. Prefiero ser el transeúnte que con dos pinchazos
despertó una inquietud que no te dejó dormir. No quiero ser quien te guió de la
mano, con cierta libertad, con cierto autoritarismo. Quiero ser quien, desde un
humilde banco de madera recorrida, te brindó una mirada inesperada que te dejó
incertidumbre sobre lo que ya dabas por sentado. No quiero ser un manual de
instrucciones, un procedimiento, una conclusión de verdades vitales que guardes
en tu bolsillo. Prefiero ser el que inyectó la duda razonable, la disidencia, la protesta que se
aleja del silencio cómplice que nos rodea. Ni pagado con cesta de frutas querría
ser quién te mostró el llegadero, sino el que te dio las hogazas de pan por si
te extravías. Te quiero.
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