No me entiendes. No entiendes nada.
Estás encandilada por el brillo, por la superficie. No
entiendes cuando la mano extendida es por necesidad, por infortunio. Estás tan
ocupada de retocarte que no comprendes los dolores provocados desde afuera
hacia adentro. Estás tan pendiente de caminar adecuadamente para la ocasión,
que no te fijas que pisas a quienes te rodean. Triste escena repetida que, muy
lejos de sumar, sustrae con cinismo, sin consideración al otro. No quisiera que
incursiones en el heroísmo, que seas caudillo salvador o mártir; sólo quisiera
un poco de decencia de tu parte, al menos en mi presencia ...al menos para
agradarme como pretendes.
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