Ella entro en el vagón y se situó
cerca de la puerta de enfrente, sujeta al tubo. Venía escuchando
música con audífonos. Venía distraída, con la vista entre el
suelo del vagón y el paisaje del tramo. Él, la miraba de arriba a
abajo desde el tubo opuesto. Podría decirse que había cierta
lascivia en la observación de él hacia ella, la chica distraída de
falda colegial. El otro, parado en el tercer punto del triángulo
formado con los otros, lo observaba a él. Lo observaba sabiendo que
él la miraba con tal falta al respeto, al sentido cívico, a esas
cosas decentes. Al mirarlo, sólo pensaba “mira al desgraciado ese,
cómo la mira”. Yo, obviamente, los miraba a los tres, a cada uno y
su situación particular y en ese amasijo de pensamientos e impulsos
posibles, mientras, sentado en mi asiento, con mi lonchera en la mano
y mi libreta abierta en la otra. Sólo espero que si alguien me
miraba en ese momento, sea lo más discreto posible... uno no sabe
cuánto entrometido hay porái en estos tiempos.
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