Todo
se quemó. Parece no haber quedado nada. La negritud del paisaje parece ser el
augurio a las esperanzas de quienes estaban al comienzo. Todo son filas de humo
moribundo, escapando de formas que ya no son, de promontorios de nada, de
amasijos de vida pasada. Girando la vista, parece que la muerte absoluta
invadió toda posibilidad. Siento impotencia, siento rabia, siento que alguien
no actuó a tiempo, o que, simplemente, viró la mirada lejos de la culpa,
mientras toneladas de vida, gritaba de dolor. No sé qué pensar. No sé si dar
crédito a mi paisaje claroscuro oscuro o, pensar de vez en cuando que, después
de tiempos eternos renace la vida y la esperanza en ella; como toda realidad visible, como
toda verdad inexorable… aunque no logre vivir para verla.
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