El respeto no es miedo. El
respeto no es admiración. El respeto no es, claro, lejanía. El respeto no es un
deber del supuesto otorgante, si no un derecho del supuesto destinatario. El respeto
no es un premio a quien más lindo se comportó, o una loa a nuestro artista
favorito. El respeto no se propina, no se regala ni se reclama como la el
retorno de inversión. El requisito para ser respetado es nacer. No hay que
hacer maromas para que lo respeten a uno, ni ser un ángel caído del cielo para
que le hagan ese favor. El delincuente ha de ser respetado y castigado de
acuerdo a su falta, y no serán los apasionados afectados o mirones u opinadores
de oficio los que deban dictar la sentencia. Así que deja la brincadera y la
jaladera, mi pana, que aunque se te catalogue de ser una basura, yo igual te
respeto: Por favor, hazlo tú.
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