Hoy
no te dejas ver. Andas detrás de las sábanas, detrás de los muros, detrás de
las puertas. Hablas, y tu voz atraviesa los obstáculos con un acento de
picardía y de miedo. No seas tímida. No voy a juzgar cualquier travesura que
hayas cometido. Sal de ahí. Acércate. Siéntate a mi lado y mírame sin mucho
pero. Ven. Sal de donde estés metida y déjame decirte lo que siento por ti. No
importa que saltes de una rama a otra, de una habitación a otra; que corras de
un lado a otro… será inútil. Cuando estés exhausta de tanto evadirme, llegaré
con mi cara de sobrado y te diré lo que temes escuchar. Cuando ya tus piernas y
tus párpados no den más, sabrás de las intenciones que te arropan y te
mantendrán en un mejor cautiverio, uno, tal vez, en el que podamos correr los
dos y escondernos juntos, mientras el tiempo transcurre y nos trae mejores
noticias… otros opresores… quién sabe.
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