No me mires así, que me inquietas. No me sonrías, porque me desarmas. No
me susurres, porque me dejas sin argumentos. Por más que trato de que entres en
razón, que me entiendas, me sigues sonriendo de prohibidos modos pícaros. He
cambiado la pose frente a ti a ver si ahora me intentas comprender, pero tu
lunar no se aparta de mi vista. Es insoportable. Quiero conversar, quiero que
participemos de algo mutuo, mientras sólo obtengo guiños, labios mordidos,
caricias. No puedo mover mis manos al hablar porque me intentas besar las
puntas de los dedos. No sé cuántas veces habré de intentar algo en lo que me
presiento tiernamente vencido, de nuevo, con tu cabello en mi cara… a tu
manera. Baja de mi regazo y mírame a los ojos… ¡No! ¡Así no! Fíjate, tengo que
saber algo ahora, pero necesito que pongas de tu parte para… ya va… déjame
hablar… ¿no ves que…? …¡qué vaina!
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