Quiero
hacer nada…y quiero hacerlo lo más posible. Quiero llevar el ocio a extremos
sombríos, eliminar cualquier vestigio de acción o pensamiento al mínimo. Quiero
hacer cada vez menos. Necesito hacer menos de cada cosa, hasta llegar a nada…
es la única manera de no equivocarme. Quiero apagar la fuente de tanta torción;
quiero cerrar el paso a tanta consideración inútil, esa que se produce antes
de, inevitablemente, lograr una estupidez. Quiero que mis ojos no miren
tentaciones de colores y brillos. Quiero que mis oídos no escuchen palabras que
alboroten el pensamiento con sonidos extraños, anhelados. Quiero que mi piel se
aleje de palideces que hagan recostarse sobre mis párpados y abandonarme.
Quiero que todo desaparezca como la sombra al amanecer, lenta, pero inevitablemente.
No quiero incertidumbres causadas por mí o por mis percepciones. Quiero dejar
todo en cero, en nada, en silencio; un silencio donde sólo se oigan los latidos
de mi corazón errático, y mi respiración agitada, que todavía descansa de la
última calamidad.
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