Tenemos
derecho a callar. Tenemos derecho a no contestar un saludo. Podemos no mirar a
quien nos llama o a quien nos pregunta. Claro que si. Podemos no llenar
expectativas, contestar cartas o levantar a los caídos. Tenemos derecho a vivir
el mundo que nos ha costado un mundo construir, seguro, estable, al ras de la
tranquilidad necesaria, vital. Lo que, al parecer, según este tipo que tengo
sentado a mi lado, en esta barra, no tengo derecho es a esperar respuesta a una
estúpida pregunta que le acabo de hacer y me urge conocer.
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