Claro que lo harán mejor tus dedos, tu
garganta, y hasta tu mente encontrarán la manera de perfeccionar mi
humilde ocurrencia. Subirás al escenario, te fotografiarás con los
grandes, serás reconocido. Yo mismo estaré en primera fila para
aplaudirte porque he visto tu esfuerzo. Lo único que no puedo dejar
pasar es que yo fui el autor de esa pieza, que ahora,
sorprendentemente, tratas de robar.
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
miércoles, 30 de noviembre de 2011
¡¿Quéjeso?!
Lo normal, ¿Qué vaina ejesa? Han
pasado tantas y tan raras cosas que se me pierde el concepto.
Sinuosidades, quiebres, vacíos y sobresaltos es lo que aparece
cuando veo hacia atrás. No hay patrones, no hay hipótesis ni
conclusiones. No puedo descifrar las lineas torcidas de Dios en toda
esa madeja. Ya no soy el poquito de cosas fáciles de catalogar que
solía ser, incluso para tu ojo experimentado. La incertidumbre
parece ser la bestia a la hay que ordeñar para beber de sus
entrañas. Entonces, ¿un sorbito?
martes, 29 de noviembre de 2011
Embobecido
Mientras explicabas la
influencia del bióxido de carbono en el efecto invernadero del planeta, sólo
podía ver tus manos volar e imaginar una caricia. Mientras disertabas acerca de
la gravedad, de las mareas, me extasiaba con la pasión con la que el tema te
arranca ese brillo de tus ojos. Mientras analizabas las doctrinas políticas y cómo afecta los estilos de vida de los seres humanos, me enamoré de tu
sonrisa. Sólo podía ver los efectos que estar allí, parada, gestualizando,
riendo, avergonzándote, tenía en ti. No podía ni quería quitar mi vista de esa
figura iluminada, que se movía frente a la audiencia, de un lado a otro. En
pocos minutos llegué a adorar esa fábrica de argumentos, adornados con esa voz
angelical. Inexorablemente, fui succionado por aquella preciosa aparición que
me fue regalada por la ciencia.
Discúlpame,
por favor, que después de dos horas de explicaciones, de brillantes
conclusiones, al ser interrogado, sólo pude decir, entre temblores y claros de
garganta: “¿Perdón? la pregunta fue lo único que no entendí”
Yéndote...
Te
estás yendo. Muy lentamente, pero sin pausa. Se cerró el ciclo; se vivió lo que
correspondía. Por eso te vas. Quedó la satisfacción, quedó el dolor curado.
Quedó el sabor y el buen recuerdo de las sonrisas espontáneas, auténticas,
incondicionales. Con sólo una mirada mía, te devolverías. Con una
interpretación caprichosa de una señal tu camino, detendrías tu marcha y
regresarías a mis besos, pero nada de eso ocurre. Ese toque imperceptible no
se presenta... y sigues alejándote. Es como poseer casi todas las piedras de un
río y necesitar sólo una más para que el escenario gire a nuestro favor. Es
como tocar la gloria sin poder asirla. Es como sentirse perdidos estando muy
cerca. Te alejas sabiendo que no quieres, sintiendo que traicionas algo que no
puedes explicar, que no puedo explicarte. ¿Por qué no nos complaces mirando
hacia atrás? ¿Por qué no buscas una entre tus excusas de siempre en este
momento trascendental? Tal vez yo tampoco podría contestar en tu lugar. Tal vez
la necedad y el miedo no saben cuándo desaparecer.
lunes, 28 de noviembre de 2011
El erotismo de tu rostro
El erotismo de tu rostro. Tus labios
entreabiertos, a lo lejos, sin poder verte entre las sombras. Tus
ojos, disparando hechizos muy lentamente, barren el lugar y se posan
atrevidamente sobre los míos. Invitaciones a la cercanía de gestos
magistrales, aparentemente comedidos, a propósito. Contigo, algunas
hebras de tu cabello se acercan atrapadas por gotas en tu frente,
pero las arrastras hacia atrás, como conminando mi mano a que asista
la necesidad. Entre música de caricias, clavas tus ojos en mi boca,
y tratando de arrancar un halago que nunca llega, el desespero llega
a tus mejillas, tiñéndolas de rosado. Muy cerca, casi poseída,
miras mis dedos, exigiendo, dictando pauta, latigueándome con tus
labios mordidos, tan silenciosos. De pronto me sientes, y tu ceño de
terciopelo se encrespa para amoldarse hasta llegar a la neutralidad
del rictus. Tus ojos se cierran y un gemido escapa de su presidio.
Eres mía. Tus labios empañan mi frente; tus suspiros no dejan de
imponer su ritmo a mi andar. Después unos instantes, después del
torbellino inacabable de nuestras humedades, luego de sentir que tus
ojos no pueden resistir la nueva realidad, te dejas llevar por tus
párpados en rebeldía, por tus labios rojo intenso de sudores y
salivas; por tus perlas ahora expuestas entre susurros, entre girones
de palabras mordidas que me han tenido esta vez, por feliz destinatario.
domingo, 27 de noviembre de 2011
TecnoFriki
Mírame con esa cara de sabiduría y háblame. Habla con
esa seguridad que te caracteriza, para la que te preparaste. Mueve tus manos
con habilidad prestidigitadora para no dejarme pensar mucho. Camina de un lado
a otro, sin fijar tus ojos en mí, y así poder seguir diciendo tus toneladas de
sandeces técnicas. Apúntame con tu dedo para matar cualquier intención,
cualquier cuestionamiento a tu pillaje. Te daré un rato más para que vacíes tu
arsenal. Permitiré que tus reservas se agoten y sólo queden tus jadeos intelectuales;
y sólo entonces, al verte desarmado, vulnerable, recogeré mi cara de fastidio y
me iré sin discutir.
Tu ausencia es...
Una hora de ausencia es una hora menos. Un instante de soledad es un
instante perdido. Cada momento que pase sin estar juntos, es una sentencia a pena perpetua. No estabas, no estuve, no estuvimos, no vivimos ese preciso
momento en el que ocurrió aquello que nos hubiese hecho reír, abrazar,
compartir. El tiempo pasa y nada. La vida gira y sólo la vemos desde afuera.
Cada minuto que pasa y no te veo, no existes para mí, ni yo para ti; es un
minuto en la oscuridad, en la lejanía, en la ignorancia. No te veo, no puedo
predecir nada. No hay magia de estar cerca. No se puede practicar ninguna
picardía para que sonrías un poco o mucho, para que te sientas sonrojar, para
que no quieras partir. Cada día sin ti es un día de puras pérdidas, de sólo
pensar en lo que pudo pasar y no pasará, en lo que pudo ser y no fue, en lo que
pudo nacer y murió.
No puedo parar de sonreír
No
puedo parar de sonreír. Es algo extraño, pero muy bienvenido. Decidí acostarme
en la hamaca, en el zaguán de la casa, mirando el cerro, viendo el atardecer, y
tengo la sensación de que algo bueno ocurrió y no me di cuenta; es como si una
buena estela de brisa fresca hubiese pasado de largo, pero muy cerca. No hago
sino recordar las mejores ocasiones, lo más hilarante, lo más afectivo. Miro
alrededor y no veo ningún letrero que me diga lo que pasa. No hay semáforos, no
hay desaprobación, no hay obstáculos. El mecer de mi hamaca parece ser el vuelo
seguro desde muy alto, desde donde nadie puede interrumpirme, donde nadie puede
argüir verdades redentoras. Desde aquí, no sé hasta dónde, no sé hasta cuándo,
pero ni siquiera queriendo, ni siquiera temiendo, podría dejar de sonreír.
Déjate ver
Hoy
no te dejas ver. Andas detrás de las sábanas, detrás de los muros, detrás de
las puertas. Hablas, y tu voz atraviesa los obstáculos con un acento de
picardía y de miedo. No seas tímida. No voy a juzgar cualquier travesura que
hayas cometido. Sal de ahí. Acércate. Siéntate a mi lado y mírame sin mucho
pero. Ven. Sal de donde estés metida y déjame decirte lo que siento por ti. No
importa que saltes de una rama a otra, de una habitación a otra; que corras de
un lado a otro… será inútil. Cuando estés exhausta de tanto evadirme, llegaré
con mi cara de sobrado y te diré lo que temes escuchar. Cuando ya tus piernas y
tus párpados no den más, sabrás de las intenciones que te arropan y te
mantendrán en un mejor cautiverio, uno, tal vez, en el que podamos correr los
dos y escondernos juntos, mientras el tiempo transcurre y nos trae mejores
noticias… otros opresores… quién sabe.
sábado, 26 de noviembre de 2011
Por analogía
El dinero y el aire en
analogía. El aire es necesario para vivir. El dinero es necesario para vivir. En
analogía, si te tapan el huequito por donde entra el aire, te ahogarás y será
muy difícil hacer más que desear la vida, un poco de aire fresco. En analogía,
al parecer, si no tienes dinero, se te hará difícil hacer otra cosa que lamentar
la frugalidad. Y llegó el hada madrina y movió la varita mágica de la fortuna
para el ahogo, para ambos ahogos. Y se destrancó el hueco y entró el aire a
borbotones. Analógicamente, la frescura y la salvación vienen a tu mente
entrando por la nariz, revitalizando la mirada, resucitando la sonrisa
secuestrada. Y fuimos libres. Pensamos que todo se habría resuelto, que nunca
más ocurriría algo parecido. Pensamos mucho más y fuimos presa de los
pensamientos, de los complejos, del pecado indiscutible. Y nos quedamos
estancados una vez que encontramos la supuesta solución. Ya el aire nunca más
fue el problema, y aún así, en analogía, nunca supimos dar un paso más allá del
simple hecho de poder respirar. Nunca supimos liberarnos de esta incomprensible
clase de sobrevivencia.
Creo en quien cree
Creo en quien cree, sin
importar qué es. Creo en quien se atreve a entregar una parte de sí a un
pensamiento. Peo de él o ella en qué crea. No puedo aplicar mis argumentos
brillantemente obtenidos en años y echarlos en cara de nadie. Su derecho, mi
derecho, el respetico por delante. Alguna vez me dio risa por lo insólito mientras
me contabas tus preocupaciones. Alguna vez, antes de la crisis, me figuraba lo
loco que estabas mientras sonreías luego de cada reflexión. Pero me daba menos
risa cada vez, y con algo de ojos, oídos y corazón abiertos, me puse serio. Queda
pendiente disculparme, pero no he avanzado tanto.
...es un motivo
Tu
motivo parecía válido, pero no era ese el motivo. Pasaste por delante de todos
con esa bandera y la apoyé… pero esa no era la bandera. Todo cuadraba, todo
encajaba, pero no era tu intención. Tu intención era otra, oculta para mí. Tu
intención no tenía nada que ver con nadie, pero ibas adelante con tu campaña
oculta de razones, de medias verdades, de risas vacías y tristezas de mentira.
Ha pasado el tiempo y ahora no se asemejas a lo que fuiste antes. Pareces otro.
Parece que te has enfriado y no reconoces afectos, no reconoces manos tendidas
ni saludos cordiales. Todo se olvidó, y si no fuese así, todo está oculto
debajo de esa estúpida sonrisa pública, que muestras hasta cuando estás en
soledad. Declaro mi reclamo al que está debajo de todas esas telas novísimas,
al que está debajo de esa costra de pasarla bien, al que está ahogado en una
mentira asfixiante, que se gestó cuando solías ser mi amigo.
Y gira... y gira...
El borde de la montaña de define por las nubes de fondo. Un cielo azul,
un día soleado, se define por la presencia o ausencia de las nubes. El frescor
del campo, el descanso al pié de un árbol, se define por la fronda de éste. Hay
elementos que desaparecen y dejan ver otros; hay elementos que aparecen y
opacan, para bien o para mal, al que yacía detrás, descubierto, responsable de
nuestro tiempo anterior. Todo se mueve; más bien, todo gira. Las cosas pasan a
nuestro lado, las vemos, las anhelamos, y muchas veces las dejamos pasar. Mucho
tiempo después, podría ser que pase de nuevo el encuentro, pero tal vez no es
lo que vimos la primera vez…tal vez no somos los mismos de esa primera vez. Y
todo sigue girando sin parar. Nos embarcamos en decisiones y comenzamos a girar
sobre alguna alfombra voladora que nos pertenece, pero, tal vez, no para
siempre. Tenemos poco tiempo para este viaje. Seguramente debemos abandonar
este transporte y tomar otro que nos sirva mejor en ese momento. Tal vez nos
aferremos a la posesión del momento y comencemos a causar calamidades propias,
ajenas; tal vez comencemos a ver cómo nuestro egoísmo corroe las oportunidades
propias y de otros. Tal vez la ceguera no nos deja saber si giramos en algún
sentido, quizás, tan solo saber si estamos girando o parados al margen, botando
el tiempo, frustrando lo que una vez fue un carrusel querido, donde sólo se
podía subir.
¡Párate de ahí!
Llega
el momento en que parece que todo se acelera. Ahora, que pensabas que todo se
tranquilizaría, al fin, todos comienzan a recoger y a caminar. Es necesario. Es
obligatorio. Preguntas el porqué y todos lo saben obvio, pero tú no tienes la
respuesta. Parece que el ritmo en el que venías no cuadraba con el fin, con el
objetivo. Vas a tener, desgraciadamente, que bajar un poco la calidad de tu
manufactura de vida y apurar el paso. No hay tiempo. Todos lo dicen. Es verdad.
Ya no adornes, ya no preguntes “qué tal si”…simplemente, hazlo y ya. Las
consideraciones, los arrepentimientos y demás condimentos del momento deberán
quedar fuera de la receta en adelante. Así es la cosa. Así será la cosa. Tal
vez no era tu camino. Tal vez no era tu modo. Tal vez no ves salida… tal vez si
la hay; tal vez puedes abrir tu corazón en lugar de tus ojos y darte cuenta de
que estabas perdido muy cerca de tu vía… tal vez…
jueves, 24 de noviembre de 2011
Burofobia senil
Ya había venido tres veces anteriores
a ésta al banco. Seguía a ese monumento de mujer que siempre coincidía
conmigo, y que en medio de la tensión del papeleo, siempre se dejaba
conversar en la cola de clientes en desahucio. Muchas veces, durante
la espera, la imaginaba paseando conmigo, acariciándome los
cachetes, lejos de todo. En la sala de espera, hice mi cola, sostuve mi carpeta, y cuando terminaban las
horas de espera, entraba en la oficina del bichito este que dizque
atendía a la gente. Entre cliente y cliente atendido, se deba un
chance para chatear por su blueberry; entraba en féizbuc, contestaba
algún comentario, y sólo después de darse cuenta de que estaba en
una oficina, llamaba al próximo. Entraba yo por cuarta vez al
patíbulo con sillas, sudando la frente, extendiendo la carpeta entre
estertores mudos la dejaba enfrente del funcionario y me sentaba a
esperar el veredicto. En cada una de las visitas anteriores ya había
ojeado los recaudos presentados, con el guiño en la vista, como si
buscase alguna falla en el documento, como si detectase alguna
irregularidad en el sello o en la firma del funcionario anterior. En medio del drama, alcanzaba a ver a mi ninfa en la oficina de al lado. El oficinista pasaba las hojas, mirándolas por detrás (¡como si debieran estar
escritas por ahí también!), entre lectura y lectura se le escapaban
“ajáaa...”, como cuando uno encuentra algo que no cuadra. En
momentos se detenía, sonreía y levantaba la vista por el borde
superior de la hoja amarilla, arrugada, lista para ser rechazada de
nuevo. A veces levantaba la vista y me hacía muecas, no sé si
relacionadas con mi diligencia o con alguna cosa personal que
recordó. Colocando el cerro de papeles dentro de la carpeta de una
manera torpe, me la arrimó a mi lado de la mesa y me dijo, por
encima de sus anteojos:
-Me parece que está bien. Sip,
está bien, pero...
Antes de darme cuenta del patadón por venir, miraba a mi princesa firmando el talón de su nueva chequera. Volviendo la vista al sitio y retomando la cosa, le contesté:
-Pero qué, señor? ¿hasta
cuándo el retraso de mi trámite? ¿por qué se burla de mí?-Es que...
En ese momento, ante la cara burlona
del tipito ese, me levanté de la silla y apoyándome las manos en la
mesa, le grité:
-¡ Di, pues ! ¡dime que me rechazas
de nuevo!
-Me temo que sí...
-¡Coño, de nuevo, pana. Esto no tiene
nombre!
-Sólo le aconsejaré, señor,
igual que las veces anteriores, que vaya al banco correcto, al de al
lado, y seguro le atenderán mejor.
-¿Ah? ¿Qué? Co.....
martes, 22 de noviembre de 2011
Sabroso y con culpa
Siento que floto. Me siento en medio de un escape. No
sé de qué corro, pero tengo seguridad de mi fuga por lo culpablemente bien que
me siento. Sólo se escucha el ondear del agua tranquila. Sólo se siente el paso
de la brisa que saluda y sigue. Sólo se puede ver que todo está en armonía.
Seguramente, le hice daño a alguien. Seguramente dejé plantado a alguien…
seguramente. Cada vez que me siento así, es porque fracturé algo que no debía.
Si siento esta culpa, ha de ser porque soy culpable. De cuando en cuando me
consigo en un sitio adecuado, me sorprendo sonriendo, y apostaría lo que fuese
a que hay alguien molesto, agredido, abandonado. No preguntaré, porque temo
fastidiarme con la respuesta. Lo más probable es que no mejore la situación.
Quedaré, preferiblemente, en mi ya usual estado intermitente de bienestar
desconsiderado con los demás.
Poder prestao...
Siento poder.
Siento que puedo hacer cosas que ayer no podía. Sentir que me elevo con mi
propio impulso es una sensación casi inédita en mis días; es como si fuese
imposible llegar a este punto sin haber hecho trampa, sin haber pedido el
favor, sin haber usurpado a alguien. No sé si sentir la maravilla de la
posibilidad no calculada, si sentir este bienestar de llegar a un sitio no
previsto es una deuda que deba asumir como logro. Este vértigo que siento con
cada movimiento es indescriptible, es bendito, es bienvenido, pero no sé si
deba devolver el paquete por no pertenecer a mí, por no ser el destinatario
adecuado, por no ser el que lo soñó.
Nada complicado
Quiero saberlo todo. Quiero vivir lo
que pueda vivir, sin morir, para redondear la tan anhelada sabiduría.
Quiero eliminar el juicio y el prejuicio de mi camino. No quiero
mortificaciones creadas por expectativas falsas. Quiero sólo tener
una lista de cosas por hacer y sentirme bien por el logro, por lo que
fue, por el nuevo aprendizaje. No quiero hacer cosas porque “debo”
o dejarlas de hacer por miedo. No quiero estorbos en mi cabeza que
bajen a mis ojos y enturbien la realidad simple, entendible. Quiero
días sencillos, aunque no predecibles. Quiero horas en las que dos y
dos resulten en sonrisa. Quiero que la mayor de mis desgracias sea un
“no me digas” al necio de turno. No quiero fantasmas del pasado
tocando puertas, ni fantasmas del futuro abriéndolas. Aquí y ahora
serán tejidos en hilos de colores cálidos, y como gente inteligente
de otras culturas, el tiempo no existirá. Ayeres y mañanas morirán
ahora mismo, desechando lo que fue y lo que pueda ser, dejando lo
inamovible y lo etéreo en la cesta respectiva, para que salgan en
periódicos y películas de ficción. En fin, nada.
lunes, 21 de noviembre de 2011
Eso no es respeto
El respeto no es miedo. El
respeto no es admiración. El respeto no es, claro, lejanía. El respeto no es un
deber del supuesto otorgante, si no un derecho del supuesto destinatario. El respeto
no es un premio a quien más lindo se comportó, o una loa a nuestro artista
favorito. El respeto no se propina, no se regala ni se reclama como la el
retorno de inversión. El requisito para ser respetado es nacer. No hay que
hacer maromas para que lo respeten a uno, ni ser un ángel caído del cielo para
que le hagan ese favor. El delincuente ha de ser respetado y castigado de
acuerdo a su falta, y no serán los apasionados afectados o mirones u opinadores
de oficio los que deban dictar la sentencia. Así que deja la brincadera y la
jaladera, mi pana, que aunque se te catalogue de ser una basura, yo igual te
respeto: Por favor, hazlo tú.
La viejita del tren
Se vació un puesto en el ya desahogado vagón. Lo estaba esperando desde
hacía veinte minutos, y ahí estaba. Sin embargo, al otro lado del vagón, una
viejita se emocionó tanto como yo y
arrancó, en la medida de sus posibilidades, a caminar para acá. Miré el puesto
y levanté la vista; sonreí a la viejecita, pero sin dejar de acercarme al lugar
disponible con actitud amenazante. Aquel ser que se había desgastado a los largo de la existencia y
ahora merecía más la atención del entorno, dejó de sonreír cuando me vio que
monté la rodilla en el asiento, como marcando el terreno como propio. De pronto
hubo una tensión creciente entre la señora que venía engarzando los aros del
techo, cual señor de los primates, al tiempo que yo pasaba la mano lentamente
por el plástico a modo de acomodo de mi sitio y sin dejar de verla. Cuando faltaban sólo unos dos
metros para que la doñita desesperada y con cara de “no creo que lo vayas a hacer”,
me dejé deslizar por el espaldar hasta caer en medio de aquél preciado bien. Con
un frenazo que no pude prever, la viejecita llegó a mi lado, casi a la altura
de mi cara y me clavó la vista de derrota en mi frente. Yo, tan ocurrente como
siempre, me reí y le dije: “mentira, abuela, siéntese aquí”. Al dejarle el
puesto libre, se volvió hacia mí y exclamó, después del carterazo lleno de frascos de pastillas: “¡Gracias...!,
¡Y esto es pa que respetes, patiquincito!”.
domingo, 20 de noviembre de 2011
Lotería perversa
Oh, terrible publicidad engañosa, que me oculta la mayoría de las
verdades, que dejas a tanto talento por fuera. He visto en las calles
verdaderos prodigios; he visto en los galpones un derroche no registrado de
maestría en la ejecución; he visto en la acera, incluso, una luz que encendió
la noche de notas y pasión. En lento y reflexivo camino a casa, encendiendo el
televisor vi cómo intentaban reducir a ese cuadrito “a los mejores del mundo”,
el mundo que se inventaron y nos fue embutido en la cabeza y el corazón como la
totalidad. Entre premios y reconocimientos a nivel mundial, se movían los que
en algún momento andaban en las tinieblas y que no por ser los mejores llegaron
al cuadrito ese, al amor automático de la audiencia, al arquetipo a seguir. Alguien
tomó un poco de arena en sus pequeñas manos y declaró, ante nuestros ojos
dóciles y brazos abiertos, tener la propiedad de toda la playa. No se trata de
merecer. No se trata de luchar y conseguir un sueño, como dicen los que si
llegaron. Se trata de una lotería perversa, en la que la cúspide, en lugar de
ser un pico, habría de ser una meseta y albergar a quienes tienen el don
indiscutible, sin estereotipos, sin amiguitos, sin insulto… por el bien de
alguna justicia.
Fiesta virtual
Convocaré a mi fiesta
virtual. Dije virtual. Mis sesenta amigos están cordialmente invitados para el
sábado a eso de las ocho de la noche. Ya les transferí a sus cuentas para que
compren sus pasapalos y bebidas preferidas, y así no se quejan de mis preferencias
particulares. Podrán colocar la música que mejor les parezca e invitar a
cuantos más les agrade –total, es su casa-. El chat se abrirá después de enviar
los 60 mensajes de inicio, que será abrir la puerta a la celebración. Es importante
que no se malentienda; no quiero que se aparezcan por mi casa ni que traigan
pan de jamón o vino. Lamentablemente, no los podré recibir, porque, entre otras
cosas, estaré en ropa interior y babuchas. Pondremos nuestras mejores fotos de
perfil, esas de cuando estábamos buenos, de cuando sonreíamos sin complejos. Podremos
decir lo que queramos sin temor, sin mostrar la cara de vergüenza o desagrado
con los demás invitados. Podremos bostezar sin temor de ser descorteces, ir al
baño y decir que fue un momento de reflexión ausente. La velocidad o precisión de
tecleo nos irá diciendo quiénes van saliendo a la ebriedad redentora, para
comenzar con juicios y sentencias que no serían posibles en cuerpo presente. Al
final de la reunión, cuando ese espacio etéreo de argumentos y copas en la mano
derecha se comience a desvanecer, se colocarán los “me gustas” respectivos y
los que lograron saberse insoportables entre sí retirarán el habla de la mejor
manera, sin violencia, sólo con algunos puntos suspensivos. Y así será como no
habrá fotos ni grabaciones que den fe de tal evento, oculto para los vecinos,
para los familiares y amigos no tan amigos; sin llevar a nadie al Metro, a casa,
en medio de la oscuridad amenazante.
Deja la vehemencia
Se es racista hasta que
se simpatiza con alguien de esa raza. Se es moralista furibundo hasta que se
simpatiza con la inmoralidad. Se es juez áspero hasta que la causa adecuada
amerite lo contrario. Se es incorruptible hasta que alguien te ofrece el precio
justo. Se es Montesco a muerte hasta que se socializa con una Capuleta. Se es
dormido convencido hasta que abres los ojos. La verdad es verdad hasta que
deja de serlo, y los años nos regalan la oportunidad de no ser imbéciles por
mucho rato… deja la vehemencia.
Se escapó la pereza (idea original: Maira Turmero)
Se escapó
la pereza. Desapareció el animal mientras yo miraba a otro lado… no sé cuál. Con
sus pasos a cuentagotas se dirigió al umbral de la puerta y avanzó y se perdió
para siempre. No estuve donde debí, no caminé por donde se presumía normal, no revisé
lo que tenía para saber qué había. En mi pesado sopor no pude notar el rápido
movimiento de fuga perpetrado en mi contra. Pero coño, no tengo idea de cuándo
pasó, de cómo sucedió. La vida, como la pereza, pasa lento y sin miedo, cada
día e imperceptible para mis locas ilusiones. La prestidigitación inexplicable,
imperceptible del animal que avanza en nuestras narices y se pierde sin razón
aparente, sin trayectoria descifrable, como una mala jugada auto-infligida para
la que no hay segunda apuesta.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Cara de Doctol!
Cuando era joven caminaba por las
calles sin captar la atención de nadie. Tampoco era un deseo, aunque
si notaba lo inadvertido que pasaba. El tiempo fue avanzando y la
buena vida se hizo presente, aunque conservando mi anonimato en la
calle. Llegó un momento ideal en el que podía sentirme bien sin que
me hiciera falta nada accesorio. Un tropiezo en el camino hizo que el
mundo cambiase y la buena vida no era tan buena, teniendo que
recurrir a recursos insospechados, afortunadamente existentes y
disponibles para mí. En ese momento de circunstancia, comenzó a
ocurrir algo que no tenía previsto. En la calle, en los pasillos,
dondequiera que iba las personas comenzaban a saludarme sin siquiera
conocerme. Poco a poco me iba dando cuenta lo notorio que era. No
sólo era el saludo; las personas me buscaban conversación, como
para acercarse y saber no sé qué de mí, o hasta para compartir un
momento grato, pocas veces asequible. No eran raras las
calificaciones cariñosas de “maestro”, “doctor”, “jefe”.
Fue así como mi anonimato desapareció y mis posibilidades de
relacionarme con otros en la ciudad, paradójicamente, iba en
descenso. En este momento estoy así, dispensando sonrisas,
expendiendo tertulias, proveyendo algo de lo que otros creen ver en
mí. Tengo cara de jefe, de jefe simpático. Con todo lo difícil que
se me hace en este momento instruirme a mí mismo a hacer algo, los
demás creen que lo ejerzo a cabalidad sobre otros. Ahora, mientras
la calva se expande, mientras las canas me pueblan, mi carácter de
directivo va en ascenso mientras la realidad es mucho más humilde.
Creo que me jodí. Creo que mientras más viejo sea, me iré
perfilando como el ejemplo aparente para otros, como alguien a quien
se debe saludar a como dé lugar, porque no se sabe si más adelante
se necesite. Cuando algún día desaparezca, habrán misteriosas
portadas de revistas con mis fotos; habrán comentarios entre los que
se cruzaron adrede para conversarme; habrán obituarios comentados en
la calle, señalados por quienes quedaron con la duda de quién
carajo era aquel hombre encantador de párpados caídos y frente
arrugada que les dijo bien de su capacidad, de su riqueza interior,
de su posibilidad de surgimiento.
jueves, 17 de noviembre de 2011
Celos, coño... ¡celos!
Siento celos. Claro que si. No quiero que te vean. No quiero que sepan
de ti. No quiero que te miren de lejos, no importa cuánto tiempo pase: tú eres
mía, tú eres ajena para el resto. Te pareceré fastidioso, te quejarás de lo
mismo este largo trayecto, pero no me da la gana. Más altos, más vistosos, más
intrigantes, pero ninguno es digno de pretenderte. Sólo yo puedo saber qué te
agrada, qué te sostiene, qué te tiene conmigo…eso creo. Haré maromas, te
distraeré, hablaré rapidito, antes de que te fijes en cualquiera de esos
bandoleros que sólo quieren de ti lo más profundo, sin precio, sin costo, sin
sueño, sin amanecer, sin merecerlo… aunque no mucho se trate de eso.
Claro, yo pago.
Como yo pago, tú escuchas lo que tenga que decir. Como yo pago, tú me
apoyas. Como yo pago, te ríes de mis gracias. Como pago, tengo derecho a verme
retribuido. Como te vas sin pagar un centavo, tienes el novísimo deber de estar
aquí. ¿Qué pasó? Te veo bostezando ¿Qué pasó? Veo que comienzas a desprenderte
de tus tareas recién adquiridas. Muy bien…así me gusta. Lleva la corriente,
conversa, sonríe aparente, dame mi golpecito en el hombro y menciona eso que
quiero escuchar. Mírame cuando te vea, contesta cuando te hable…no olvides que
yo pago y tú sales ileso del gasto y el estrés. Ya sabes el guión: déjate
llevar… por mí.
Si no es mucho perdir...
“Hay muchas cosas que yo quiero que tú seas”, dije. Tal vez fue tu
mirada cargada de humildad y desconcierto que me horadó el pecho, mostrando lo
expuesto que estoy. Qué moral tiene alguien con altas pretensiones y una vida
destruida para exigir mejoras, para pedir más de los demás. Por favor, báñame
con tu sencillez, acaríciame con tu mirada, arrópame con tu calor, que tengo
frío. Desde esta cúpula cuasi transparente ahora, veo claro lo turbio que es mi
cubierta, lo desvalido que es mi interior. Por eso, pido perdón por mi necedad,
por mis ínfulas. Te extiendo este pliego de excusas por mi falsa moral, por mi
requerimiento enrevesado. Por favor, sálvame y evita que estalle de tanto
inflarme. Por favor, permanece a mi lado e invádeme de algo que valga la pena.
martes, 15 de noviembre de 2011
Todo se quemó
Todo
se quemó. Parece no haber quedado nada. La negritud del paisaje parece ser el
augurio a las esperanzas de quienes estaban al comienzo. Todo son filas de humo
moribundo, escapando de formas que ya no son, de promontorios de nada, de
amasijos de vida pasada. Girando la vista, parece que la muerte absoluta
invadió toda posibilidad. Siento impotencia, siento rabia, siento que alguien
no actuó a tiempo, o que, simplemente, viró la mirada lejos de la culpa,
mientras toneladas de vida, gritaba de dolor. No sé qué pensar. No sé si dar
crédito a mi paisaje claroscuro oscuro o, pensar de vez en cuando que, después
de tiempos eternos renace la vida y la esperanza en ella; como toda realidad visible, como
toda verdad inexorable… aunque no logre vivir para verla.
Anda, pichirre: Sonríe
No dejes de
sonreír mientras puedas. No dejes de disfrutar eso que sale de nadie sabe dónde
y refleja lo que llaman felicidad. Trata de seguir empujando lo que motiva tu
sonrisa hasta el límite. Las veces que no sonreímos no garantizan un cúmulo
para más tarde; si no aprovechas de sonreír ahora, la causa, tal vez, no
vuelva. Si sabes de algún pozo, alguna cueva, algún baúl que al abrir,
encuentres una sonrisa, es bueno ir en pos de ella. Si la sonrisa dura poco, no
importa, porque la estela es siempre placentera. Cuando termine, sabrás que es
un intervalo necesario, sólo para saber que puedes sonreír por algo más; sólo
para saber que hay sonrisa como lluvia en el camino, como para empaparse y
quedar goteando un buen rato. Cuando pause, sabrás que es la señal para
moverte, para dispersarla, para regalarla… no hay desperdicio, y seguramente,
quien te quiere, te la devolverá.
lunes, 14 de noviembre de 2011
No existe, no es...
Lo
que no se expresa no existe. Lo que no se muestra, no es. Lo que no sale a la
luz, no ha sido vivido nunca; es sólo un acto de fe. Torbellinos de emociones
recorren los cuerpos sin una salida a la luz, a los ojos de nadie. Turbulencias
de llanto quedan atrapadas, en el secreto tembloroso de sus protagonistas.
Corrientes de frases liberadoras se pasean minusválidas por las mentes, dejando
sólo un suspiro, una mirada hacia el suelo como prueba de su impotencia. Es un
castigo autoinfligido, con una lejana esperanza como instrumento para seguir
viviendo el cautiverio. Te quieros ajenos pasan por un lado, y suenan tan
deliciosos como lejanos, como manjares prohibidos de nuestros temores. Te
adoros embisten de cerca, pero con distinto destinatario. No se trata de merecer
o no. No se trata de ser bueno o malo. No se trata de justicia. Parece ser un
designio caprichoso de un malévolo gran poder, que se enquista en las vísceras,
que nos retuerce de dolor cuando pensamos que algo más es posible. Es un verdugo
con una capucha negra que sentencia presidio perpetuo, por conceptos
incomprensibles… dizque por una o dos decisiones dubitativas del pasado. Es un
verdugo que tiene nuestra cara, nuestro cuerpo, nuestra decisión… somos
nosotros, sin más ganas de seguir siendo nosotros.
Quiero saber
Quiero
que me contestes mis preguntas. No quedes en silencio. Quiero que respondas
cada cosa que menciono con el corazón; yo entenderé. Quiero saber hasta donde
he llegado dentro de ti. Quiero saber cuánto de mi hay en ti, cuánto he
invadido con tu permiso. Quisiera saber si escribes mi nombre cuando estás
lejos, si me aparezco en tus sueños, si sonríes al recordarme. Quiero saber si
es grato pensar en mí, si tengo un espacio infinito o recortado, si debo
mirarte buscando aprobación cuando vaya a hacer algo tuyo. Quiero saber si es
sumisa o arrojada la manera que deseas de mí. Me interesa saber si quieres
caminar agarrados de la mano, o prefieres cierta discreción y guardar todo para
cuando estemos solos. Es mi incertidumbre si cuando hago la cama, cuando te
regalo algo, si cuando te hablo me recibes como espero o sólo estás dejando
pasar el tiempo, antes de dejarme ir en contra de mi voluntad. Quiero saber si
serás tú la última imagen que vea antes de morir, o dejarás que alguien más
esté en tu lugar. Quiero saber si me quieres, y si el miedo dejará que me sigas
queriendo para siempre.
sábado, 12 de noviembre de 2011
En primera persona, mi pana
Tú eres importante. Ustedes
han sido importantes. Él, sin duda alguna, en compañía de ella, es
infatigablemente importante. A ver, nosotros, como grupo consolidado, comprometido,
somos importantes. Sin titubeo, siento que vosotros sois tan importante hoy
como lo fuisteis ayer. Y sin ellos, sin la participación de cada uno de ellos,
no hubiésemos llegado hasta donde llegamos.
¿No les parece que ya es tiempo de conjugar esto en primera
persona, en una persona decente, en una persona creativa, solidaria?
Si Ud. lo dice, debe ser verdá
Caracas, 12
Nov 2011 - Este sábado 12 de noviembre, en el centro de la
ciudad, (extraoficialmente) se registró un evento que dejó estupefactos a
propios extraños. Según los transeúntes entrevistados, todo comenzó en la
esquina de Sociedad, enfrente del Banco de Venezuela, donde el público no
entendía por qué las autoridades mandaban a circular, a la gente por la calle y
a los carros por las aceras. “¿Qué es esto?”, se preguntaba la gente, como lo
contó la señora Mercedes Fernández. Fue obvio que, después de la escaramuza que
causó la nueva instrucción, los vehículos quedaron paralizados en una tranca
desde la esquina de Coliseo hasta San Francisco. Como se ve en la gráfica, de
Leonardo Potes, por ser sábado de compras callejeras, se puede observar la
tranca de personas esperando por un semáforo dañado en la esquina de Sociedad. Nos
informan a esta hora, las 9 p.m., que la gente ha querido tomar por avenidas
aledañas, pero por dondequiera que se metían, todo estaba embotellado. “No sé
qué vamos a hacer si la cosa ahora va a ser así”, dijo un profesional, mientras
todos se comían la luz roja y chocaban con las señoras que bajaban de El Tijerazo.
Preguntamos al alcalde de la ciudad por teléfono qué opinaba y qué acciones
tomaría en esta situación de urgencia, y nos manifestó no saber del asunto.
Por ahora, estamos esperando que el informante nos llame de nuevo y nos
mande una fotico más amplia para apreciar el hecho en su magnitud real. Por cierto,
y hablando del informante, la última vez que hablé con él, parecía estar muerto
de la risa con otra persona. Por mi parte, yo cumplí con mi parte,
transmitiendo la verdad de nuestra loca ciudad… ¡Seguiremos informando!
¿Vas a seguir, Abigaíl?
No me mires así, que me inquietas. No me sonrías, porque me desarmas. No
me susurres, porque me dejas sin argumentos. Por más que trato de que entres en
razón, que me entiendas, me sigues sonriendo de prohibidos modos pícaros. He
cambiado la pose frente a ti a ver si ahora me intentas comprender, pero tu
lunar no se aparta de mi vista. Es insoportable. Quiero conversar, quiero que
participemos de algo mutuo, mientras sólo obtengo guiños, labios mordidos,
caricias. No puedo mover mis manos al hablar porque me intentas besar las
puntas de los dedos. No sé cuántas veces habré de intentar algo en lo que me
presiento tiernamente vencido, de nuevo, con tu cabello en mi cara… a tu
manera. Baja de mi regazo y mírame a los ojos… ¡No! ¡Así no! Fíjate, tengo que
saber algo ahora, pero necesito que pongas de tu parte para… ya va… déjame
hablar… ¿no ves que…? …¡qué vaina!
Sumergido
Escucho
ruido, mucho ruido. Veo personas hablándome, pero no las entiendo, son muchas.
Me empujan, me halan por un brazo, me sonríen, pero igual, no sé de qué se
trata. Como cuando niño, fui a la playa y me sumergí atentamente en el agua
tranquila. Ya no se escucha nada que no sean mis propios movimientos, mis
burbujas, y hasta mi voz. Es un silencia extraño, comenzando por lo limitado;
son solo segundos que estoy en ese estado de contemplación propia, de libre
aletargamiento placentero. Algunos se refieren a mi actitud como de cobardía,
pero no me importa, no quiero ser un valeroso atropellado por cosas que no
entiendo; no quiero morir sin saber exactamente por qué. Ejerceré mi cobardía
hasta que pueda hallar claridad, claridad para hacerme responsable de mis
actos, de mis equivocaciones, de mis dudas… aunque, al final, tampoco les
parezca responsabilidad. Buscaré el verdadero peso de las maletas que habré de
arrastrar por mi causa. Trataré de leer, en medio de lo turbio, cada próximo
paso a dar, para no perder tanto tiempo, para no equivocarme continuamente,
para no desgastarme como lo vengo haciendo ahora.
Toqué a tu puerta
Toqué a tu puerta, y no hubo respuesta. Toqué cuando supe que estabas
ahí, que tenía tiempo para escucharme. Toqué a tu puerta cuando tenía un
patético cúmulo de cosas por liberar, pero tus oídos ensordecieron ante mi
súplica, ante mi padecimiento. Dormí recostado a tu puerta, arropado con mis
propios sollozos, arrullado con el silencio de estar afuera. Pasaban los días,
pasaba la gente, pasaba el viento, y nada que la cerradura giraba para darme
paso. Me doy cuenta de que el miedo y la incertidumbre ya han pasado antes que
yo, pero siempre te mostré, incluso, la claridad de mis confusiones… por eso no
comprendo el abandono de ese momento. Ahora mi puerta está sonando; se escuchan
palabras susurradas, solicitudes de auxilio. Luego de un rato, puedo escuchar
claramente que te deslizas por la madera sorda, cómplice…conozco ese sonido,
esa terrible textura al caer sin consuelo. Ahora, cuando soy yo quien está
dentro, en un sillón cómodo, cobijado, casi en estado somnífero, practico el
sadismo de comparar ambas posiciones, practico la duda, y hasta el malestar de
saberte afuera. Tal vez, no abra ahora. Tal vez no abra nunca. Lo que si sé es
que me he dado la libertad incondicional de probar tu desesperanza hasta saber
que soy tan culpable como tú.
viernes, 11 de noviembre de 2011
¿Y tú? ¿vienes siendo...?
¿Qué eres tú?
Desde que apareciste, todo comenzó a girar avanzar en mi vida. ¿Qué eres tú?
Que desde que apareciste en mi camino, no sé si eres una bendición o un castigo
a largo plazo. ¿Qué eres tú? Que estas siempre muy cerca de lo que siento. Ya
hace mucho tiempo que estamos a nuestro lado y nada para, nada se detiene; los
giros se detienen y toman fuerza; a veces parecen no detenerse nunca más, y a
veces parecen que dejarán de moverse. Gritos, sonrisas, reclamos y silencios
cortantes son nuestro signo. ¿Acaso somos una enfermedad incurable, que no mata
pero exige nuevos y constantes respiros asfixiados? ¿Acaso somos una lección
para la humanidad? ¿Acaso somos el buen y el mal ejemplo para todos? ¿Acaso
somos la patología hecha personas, en la que fuerzas extrañas luchan por
conseguir un balance que parece nunca llegar, que parece, de hecho, imposible?
¿Ya te lo habían prometido?... ¡qué vaina!
¿Alguna vez te
prometieron quererte para toda la vida? ¿Alguna vez te diste cuenta de que no
sería posible, a pesar de lo bien que todo lucía? ¿Pasó una y otra vez? Pues,
aquí estoy yo, parado frente a ti, mirando esos lindos ojos que vieron pasar
ilusiones hasta cerrarse abrazando una lágrima. Aquí estoy yo, tembloroso por
repetir aquellas palabras que una vez te ilusionaron, pero que ahora sólo te
despiertan sospechas. Aquí estoy yo, pues, dando vueltas, buscando cola qué
morder, tratando de expresar algo que alguna vez era el preludio de tus
infiernos. Hago un esfuerzo y salen rodeos, necedades, titubeos, pero no
termino de concretar el punto. Me miras como preguntándote qué diré. Me miras
como adivinando por arte de magia lo que exploto por decirte, y se comienzan a
ver en tus ojos, de nuevo, las grietas, la desilusión, la decepción de saber
que sólo quiero decir que te quiero para mí, de que te quiero hasta la muerte.
Lo haces y te vas...
“Lo
haces y te vas”, escuché en algún sitio, “es la moda”. “Lo haces y te vas”
parece ser la mejor manera de dejar retazos de intimidad esparcida en campos
estériles. “Lo haces y te vas” se asemeja al recurso disponible al público,
barato, de mal gusto aunque bonito. “Lo haces y te vas” es una manera de perder
tamaño, aún sin entrar en mojigaterías todavía. “Lo haces y te vas” es encender
una vela que brinda oscuridad, y a medida que caminas ves cada vez menos que
antes; el punto de luz que queda al otro extremo ya fenece, sustrayendo la
médula de amor que ya enflaquecida, decidió cerrar los ojos. Pero es esa médula
sólo dormida la que recordará para siempre quiénes fuimos. Es esa médula la que
nos hará pensar en la soledad, llorar en la oscuridad. Es ese vestigio el que
le pondrá brillo al mate en el que nos empeñamos en pintar. Esa médula es la
que permanecerá moribunda, vegetal, desde nuestra infausta serie de decisiones
hasta acabar con nuestro cuerpo mismo, con el último suspiro de ruego mudo.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Soy sólo un reflejo
No era
cierto, era un reflejo. Yo sabía que había algo extraño, y, tal vez, obvié el
detalle premeditadamente, alevosamente. Caminando veo muchas cosas que parecen
ser otras distintas. Conversando, parece que estoy en un juego de reflejos en
el que no puedo ver lo que hay detrás de la palabra, de la expresión evidente.
Durmiendo, vivo cosas que están muy lejos de ser lo que ahora soy y no sé si es
lo que soy o lo que quiero ser. Muchas, demasiadas veces he creído entrar en un
mundo distinto, esperado, y al moverme me doy cuenta de que sólo pateo un
charco en el piso y todo desaparece sin haber existido. En la noche, sentado
solo, trato de encontrarme y me espanta todo lo que consigo. No sé si son
reflejos lo que recolecto en ese camino; hace tanto que me alimento de esos
espejos, que ya no sé cuál es la entrada ni la salida. Sólo me queda cerrar los
ojos, extender los brazos y con mis manos ir descubriendo el camino, las
formas… mis formas.
¿Será, chico, que somos tan malos?
¿Somos tan malos? ¿Todos? No lo creo. A pesar de haber tanta traba para
estar en paz, felices, los caminos en esta dirección han hecho lo suyo. Hace
demasiado tiempo tenemos el suficiente armamento, la suficiente mala intención
como para hacer desaparecido ya… pero aquí estamos. Tal vez debemos darle
gracias a los comeflores, a los poetas, a los de Greenpeace. Innegable la
existencia de lo malo, de lo destructivo, de lo ofensivo, pero habemos de
regocijarnos en las pequeñas cosas buenas, que juntas hacen al mundo vivible.
Tal vez es una pelea que poco a poco perderemos y quedaremos reducidos a sólo
recuerdos en papel, a evidencias de algo grandioso que no se supo entender a sí
mismo. Pero mientras tanto, un poema, una mirada, una mano tendida, un te
quiero, serán el cañón que nos salve. Mientras tanto, dame la mano.
martes, 8 de noviembre de 2011
Gracias, transcurrir
Te
miro desde mi lugar y no puedo sino sonreír. Veo como te mueves, las muecas que
haces, tus miradas disimuladas hacia acá. Duraría horas mirándote, apreciando
el regalo que significa tenerte cerca. De vez en cuando pasas a mi lado y me
despeinas, te ríes, corres y desapareces por un rato… Pero sé que andas por
ahí. No importan las grandes emociones, las grandes declaraciones con una
rodilla en el piso, los espectaculares regalos que pueda haber… sé que estás
ahí, y sólo saberlo me desinfla en la tranquilidad. Es una montaña de pequeñas
cosas. Es la gracia cotidiana, el detalle oportuno, el guiño de ojo el
combustible para durar más, para tenerte más, para disfrutar en tu compañía. En
medio de alguna conversación, a lo largo de un rato de oficio casero te veo y
no es igual a nada; parecen comenzar a salir auras por todos tus lados y el
perfume que dejas… eso es otra cosa. Mi seguridad en que esto es especial a
pesar de lo rutinario, me regala la paz de la que siempre hablé, la que siempre
soñé. Gracias, transcurrir.
De 8 a 6...
No
he visto el cielo. No sé si ha llovido hoy. Nadie ha podido contarme una
historia. He paseado todo el día entre papeles, permisos, pantallas y
definiciones. He sido envuelto por conceptos de operación, de reglas, de
políticas, pero aunque hace un día apetecible hasta de ser visto, no ha
ocurrido. Las alfombras y cielos rasos no se asemejan, ni por casualidad, al
pasto y las nubes que hacen hoy. El timbre del teléfono y las solicitudes han
sido el único alimento de mis oídos. Me he sorprendido, inconscientemente,
cantando; y la desesperación subterránea se nota en el permiso de escucharme a
mí mismo, con esta terrible voz. El tiempo pasa rápido, sonriente, burlón, y
creo que cuando salga de aquí no habrá mucha claridad para admirar paisaje
alguno, distinto de las luces del tránsito, del los postes cansados, de la luna
que arropa. Todo va dirigido al descanso posterior al cansancio. Todo está
dispuesto para que los diálogos afectivos sean recortados al mínimo, tratando
de utilizar la comprensión de los demás como medio para estar tranquilos, para sentirnos
cumplidores de un día más. Somos, poco a poco, cada vez más, con costumbre y
argumento, distribuidores de abandono, comenzando la lista por nosotros mismos…
lunes, 7 de noviembre de 2011
Magia desinflada
Magia hecha cotidianidad. Magia con pérdida de magia hasta llegar a
asumir que todo se viste de normalidad y nada parece ser mágico. Años enterrando
lo querido, lo mágico, lo que brilla sin ser notado. Toda una vida sin mentir,
pero diciendo medias verdades cada vez menos hasta no decir nada, y comienza el
silencio de muerte que nos desacelera y nos cuenta la mayor de las mentiras: La
vida no vale la pena. Y nos volvemos estúpidos, sonámbulos de nuestros días, desechadores de tesoros. Y vamos por
ahí, con nuestra cara de culo, con la indiferencia que hiere a los aún afortunados,
quedándonos en el más sombrío aislamiento. Pero el fin de esta costosa
ridiculez puede estar cerca. Puede ser que de ese paisaje magistralmente
pintado de gris por momentos de ligereza, comiencen a moverse objetos, a
perderse juguetes tirados que no distinguimos por tiempos indecibles. De repente, algo
desapareció y ahora resulta que eso era la razón de nuestra vida. Ahora,
súbitamente, mientras nuestras cosas olvidadas marchan todas hacia lo lejos,
nos damos cuenta de que la vaina no era tan mala. Sentados en una piedra muy dura comenzamos a
recapacitar, y en cada sketch de nuestros
momentos hay, muy acertadamente, la posibilidad de que arruinamos todo
lo que pudimos mientras caminábamos como ciegos, sordos y necios. Ya nada
vuelve a ser lo que era con el viejo chasquido de los dedos. Ahora, justamente
ahora, si puedo afirmar que estoy jodido.
Te traje comida
Te traje un poco de comida. No me mires con extrañeza, ya no me importa
lo que pasó. Toma, ten algo de alimento para que puedas reponerte. Aprovecha el
empujón, que, por lo general, cuando uno está tirado en el piso mucha gente no
sabe cómo acercarse… y ni hablar de los que no quieren. ¿Está bueno? A mí me
gusta mucho. Tienes unas heridas no curadas en la frente, ¿ya no te duelen?
¿Quieres que las cure? Te dije que no me miraras así, que todo está bien.
¿Sabes? A veces me hace falta que me converses un poco, al menos para saber que
todo está bien. Si hubiese sabido de esto, seguro te hubiese atajado y hubiese
sido menos dramático. ¿Te siente mejor? Toma, limpia tu boca y recuéstate un
poco. A pesar de todo, te ha ido bien para lo que pudiese haber sido. Siempre
te recuerdo, pero por temor a lo mismo de siempre, no te llamo. Ahora, viéndote
así, creo que debemos hablar más seguido. Hey… ¿hey? Bueno, espero que
despiertes tengas lo ojos más abiertos. Después te abrazo.
Entre un ejército de luces
Un
ejército de luces, ruido que inunda el sitio. Risas, conversas ajenas y gritos, y
entre todo el vendaval, tú… sola tú. Sentada al borde, oyes pero no escuchas;
ves, pero no miras. Estás sola entre semejante concurrencia. Rondas de halagos,
series pesarosas de invitaciones y manos tendidas; todas sin rostro. Pero sólo
manejas el disimulo como instrumento de evasión, como arma sin carga para
ignorar que no muy lejos hay alguien con la mirada clavada en tus ojos, en tus
movimientos; que hay alguien que desde hace horas ya sabe cómo ríes, cómo
reaccionas ante las sorpresas; que hay alguien que sabe cómo es que te sientes
sola, sin la calidez perfecta donde depositar tu brillos, tu voz, tus deslices.
Pasan los minutos y de vez en cuando se abren espacios entre tu soledad y mi
maravillada noche. Sigue el reloj sentenciando menos tiempo de vida, y tú
sigues derramando tus momentos entre presencias vacías, entre la rapiña que
intenta enceguecerte y robarte lo que de lejos parece ser un tesoro. Tu mirada
sigue perdida, sigue buscando un punto en la multitud donde posarse, y en un
momento terrible para mi tranquilidad y mi paisaje, me pillaste.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Y quedo atrapado
Ahora cierro
los ojos y sólo huelo el verde del pasto, el oscuro de la tierra recién mojada
por una lluvia repentina. Sólo huelo la madera de los árboles, mientras me
recuesto muy lentamente en uno, como si hubiese perdido la fuerza en mis
piernas, como si la brisa hubiese extraído la energía necesaria para salir de
este espacio agraciado. Trato de abrir los ojos, pero solo puedo lograr algo
borroso enfrente de mí. En los instantes que se aproximan, mi piel comienza a
mimetizarse con lo que me rodea, integrándome, inicialmente sin mi voluntad, a
todo esto tan limpio, tan ello. Siento que los complejos, los apuros, la
necesidad de correr sin rumbo se desvanecen y solo yazgo en paz, sin
perturbación, sin sorpresas. Pronto comienza a llegar gente a admirar el paisaje,
el nuevo espacio al que pertenezco. Caminan a mi derredor, se apoyan en mí, y
en un acto de continuidad asombrosa, se adhieren a los que ya pasamos por eso,
conformando un misterioso grupo de seres atrapados en el lugar correcto, sin
querer escapar.
Te recuerdo
Recuerdo cuando estabas. Recuerdo
irremediablemente, cuando estabas conmigo. Recuerdo que me pintabas sonrisas en
mi cara. Recuerdo las alegrías que me brindabas, a pesar de mucho. Recuerdo y
guardo con mucho amor tus miradas buscando miradas en mí. Recuerdo la
tranquilidad que significaba saber que andabas cerca, detrás de una de esas
paredes, en el jardín, en la sala. Recuerdo cuando nos sentábamos horas a
conversar, a guiñar los ojos, a hacernos cosquillas y a burlarnos de nuestras
payasadas. Recuerdo cuando debías ir de viaje, tus regresos y todo lo contenido
en mi garganta que salía súbitamente al no controlarme, al verte de nuevo, al
saberte mía de nuevo, al ver morir una ausencia que mataba. Recuerdo, incluso,
cuando te fuiste y sólo dejaste estos recuerdos que suelo manosear para
sobrevivir. Recuerdo que en ese momento no recordabas lo mejor de mí. Recuerdo
la puerta cerrándose, y el sonido de tranca que selló mi vida como algo
miserable. Por eso, no quisiera recordarte, pero lo hago inexorablemente,
dejando la humedad de mis dedos en tus retratos, en mi cama, en mi existencia…
¿Y tú? ¿me recuerdas?
sábado, 5 de noviembre de 2011
Todo y nada
Te diriges
al público en medio de tu mal llamada euforia, pero cuando se acercan uno por
uno no te interesa. Te interesan los espectáculos multitudinarios, pero camino
al escenario, te encuentras con estorbos en busca de un autógrafo que hay que
quitar de en medio con los muchachos de hombros henchidos. En los actos de
multitudes te dejas tocar, la palmadita, el beso, el peluche, pero si la cosa
se sale de libreto, los muchachos de hombros henchidos entrarán de nuevo. Con el
micrófono te pones filósofo y disertas acerca de las masas, de las audiencias,
de ese pocote de gente que junta paga, grita y te corea, pero que atomizada es
tremendo fastidio. Bueno, mi pana, espero que sigas disfrutando del monstruo
que llevado a segmentos se reduce a insecto, hasta que tu elevación, de nuevo,
dependa de sólo uno de ellos.
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