Enseño,
practico la
pedagogía. Sentado en la grama, con mi discípulo a mi lado
derecho, demuestro los conocimientos que con gran orgullo me adornan. Y a
medida que despliego mi pergamino, me escucho y comienzo a ver colores
desconocidos para mí hasta ahora. Extraña sensación, eso de ver lados ocultos
de lo que se dice saber, de lo que suele acumular. Hablo y me escucho, y caigo
en puntos de comprensión que sólo salen a la luz por medio de la retrospección. La
sencilla tarea de regar ideas en terrenos ajenos hasta ahora, la atención
prestada a mis disertaciones y la escena en el parque, realmente son más de lo
que se puede ver, escuchar, establecer a primera vista. Es, simplemente, la
oportunidad de aprendizaje propio a partir de la enseñanza a alguien que, en la
mera teoría, sabe menos que nosotros, pero que puede despertar, con una
pregunta, una grieta hacia un nuevo universo.
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