Llorar
en público. Desplome. Quiebre súbito que tiene a bien mostrar el límite de nuestra
muy cacareada fortaleza, de nuestro bien estudiado libreto. No se contuvo el
talud de pesar y la audiencia tuvo su tema del momento. Un muro a la altura de
la rodilla servirá de asiento para ahogar los párpados. Un desinterés de
nuestro derredor abrirá la puerta para la desconsolación, para el sollozo asfixiado.
Como una víscera que boicotea, que sabotea, que estrangula, se salió, se botó a
la vista callejera un retrato de nuestro perturbado e inédito interior. Por favor,
acércate a mi lado y no me dejes solo en estos extraños momentos de sinceridad
obligada; dame la mano y sin mucho preguntar, deja que te sobrecargue con mis
dificultades, con mis ojos ya enrojecidos…
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