Abrázame
en silencio. Así. No quiero escuchar un conato de argumento, de criterio, de
estructura de ninguna naturaleza. Sólo abrázame. Siente nuestras respiraciones
alternando en un coro sin comparación. Cierra tus ojos y métete dentro, donde
nadie te pueda tocar, donde sólo yo sepa que estás, disponible para mi
capricho, incondicional. No me mires así, que parece que dijeras algo. No hagas
puchero, porque se te puede salir algún vocablo inoportuno en extremo. Deja el
empeño en pensar en miedos, en discursos enrevesados, en “qué pasará mañana”.
Quedan horas, queda refugio para lo nuestro. No quieras deshacerte de un retazo
de cielo como sospecho que puedes hacerlo. Todo parece tener su tiempo, y ahora
se asoma el nuestro. Acostúmbrate, rapidito, a que puedes estar quieta.
Acostúmbrate a que, de ahora en adelante, el resto de la vida estará sumido en
tranquilidades, en sonrisas, en paz.
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