Una
concesión no solicitada. Un favor no requerido. Una ofrenda hecha sin
consentimiento del destinatario. Una delicadeza dedicada, con mucho afecto, a
quienes pensamos que lo necesitaba. Con arrojo, sin ataduras, nos entregamos a
nuestras buenas intenciones, sin saber que el pretendido del grupo de dos se
henchía sólo en nuestra cabeza. Del otro lado, quien con sorpresa agridulce miraba el inesperado presente, sólo
sufría una asfixia sutil en aceptación de aquel regalo que resultó desatinado.
-Pero no fue gratis, ¿oíste? Te lo di con todo mi
amor porque creí que con eso te ayudaba; que con ese gesto de mi parte te
sacaba de un aprieto. Creí que era desinteresadamente, pero eso es pura paja. Ha
llegado el momento para que me agradezcas, para que te pongas a la altura de nuestra
situación. Me sentaré aquí enfrente, con la mirada altiva para darte tiempo a
que recapacites y comprendas que sentimos lo mismo, que somos el uno para el
otro ¡y no pongas cara de fastidio! ...¿Cómo? ...¿Que cómo me llamo?
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