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viernes, 15 de junio de 2012

Zape gato


La pelona pasó cerca esta vez. Mientras sentado a la ventana del tren, se escuchó el estruendo. Entre el estremecimiento, la breve parálisis y la comprensión de lo que acababa de ocurrir, recibí en mi regazo al compañero de viaje y a su sangre esparcida por el impacto. Sólo recuerdo que el ejecutor murmuró un inaudible sarcasmo de despedida antes de salir del vagón con pasmosa tranquilidad. Las damas gritaban su conmoción. Los caballeron no sabían si salir de la escena o levantar el cuerpo marchito de la víctima. Por mi parte, quedé en un trance de morbo que me permitía observar, con un detalle inédito en mí, el cráneo horadado, los restos de una mirada quieta y los brazos desgarbados del vecino que dejó de ser. Llegó el cuerpo de rescate, que con disciplina ejemplar retiró el cuerpo que invadía mis posibilidades de levantarme y ejercer el pánico normalmente. Pegó cerca esta vez, pensé con los ojos pelados. Por venganza, por equivocación o por la más purita maldad, la bala pasó a mi lado como observándome y diciendo “nos estamos viendo...”. Zape gato.

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