Fue sólo un impulso, pero bastó para
acabar con todo. Fue un parpadeo, pero fue suficiente para cortar lo
que venía siendo, lo que venía creciendo. Te diste esa licencia. Alguna semilla
inadvertida quedó sembrada en tu ser, que permitió que esto
ocurriera. Algún embrión de violencia fue detonado por ese
desplante y se desató este desastre en el que ahora estamos
involucrados. Aunque debes asumir la responsabilidad, estoy seguro de
que no fue tu culpa primigenia. El germen de la brutalidad fue
inoculado en algún momento, enfrente de alguna pantalla de
apariencia inocua, mediante la oferta engañosa de un excelente
vendedor de ilusiones, que entre fogonazos de luces encantadoras, te
dejó el explosivo que luego arrancaría de nuestras vidas lo que ya
había. Debo despedirme de ti ahora. A donde vas no puedes ser ya
protegido por quienes lo hemos tratado de hacer con tanto afecto. Ya
el daño está hecho. Seguramente nos quedaremos aquí afuera con
quienes, como tú, son seres bomba y que son destrucción no
activada. Espero que, al menos, quede el aprendizaje y no se repita
más este enorme desperdicio de vida, este enceguecimiento no tan
temporal de tus libertades.
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