Porque
te quedaste cuando correr era la usanza. Porque cuando mi mami te dijo que
éramos al menos tres, no tuviste el reflejito ese de levantarte de la silla y
pensar algo “alterno”. Porque ni las fiestas, ni los viajes, ni el balón te
alejaron de la vieja. Porque sus ojos enamorados te tendieron la trampa
perfecta y cerraste la dulce prisión en la que crecí, con tu participación algo dictatorial, por el poco de hambre y frío que me forjaron, formando
este equipo invencible del que me siento así de orgulloso ...Y si no
fueses tú el mismo de la historia original, tendría muchísimas menos palabras para
agradecerte.
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