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sábado, 30 de junio de 2012
Ahí encontraron su cuerpo
No te las sabes todas, ¿oíste?
Así
sepas escribir muy bien, no te las sabes todas. Así hayas estudiado mucho, no
te las sabes todas. Así hayas vivido mucho, no te las sabes todas… aunque te sepas
unas cuantas más. Así hables bonito, no te las sabes todas. Aunque hayas
viajado por todo el mundo, no te las sabes todas. Aunque hayas ido a la luna,
no te las sabes todas. La verdad, chamo, es que hagas lo que hagas y vivas lo
que vivas, nunca te las sabrás todas. Así que escucha, carajo.
viernes, 29 de junio de 2012
Un día más
Un día más vivido, vaya triunfo sobre
las oscuridad de la neblina. Vaya logro sobre las cruces apiladas,
esperando empleo.tremendo avance en eso de acumular posibilidades, de
hacer magia y convertir un sueño en algo palpable. Una nueva
madrugada es el paréntesis que cierra un día más en la buchaca.
Una nueva bandera de cuadros, una nueva medalla al mérito regalado o
conseguido con algo sudor. Sonrío por mi victoria de cada día. Me
despierto y tengo a la mano mis herramientas para el bienestar.
Anochece y espero la campanada que cierra la sesión exitosa, el
mazazo que grita “¡coño, estás vivo!”. Espérame ahí.
Amuñuñado a ti
Quiero amuñuñarme contigo. Quiero
estar muy juntito a ti en el tren, en el ascensor, en la cola, en la
oficina. Quiero estar contigo tan junto que hasta las multitudes
serviles son buenas. Quiero sentir siempre tu calor, tu aroma, tu
aliento. Quiero rescatar cada exhalación tuya y beberla con todo el
placer previsto, soñado. Apenas te separes, te halaré y te atraparé
entre mi pecho y mis brazos, entre mis labios y mis ojos. Apenas
pienses en cometer travesuras lejos de mí, impediré tu paso y me
ofreceré, siempre, como refugio seguro. Seguramente te parecerá un
fastidio, pero así soy yo ...y así es como quiero.
Vida aburrida
Qué aburrida es la vida. Siempre es lo
mismo. Quiero otra cosa. Despierto y no encuentro nada, nadie, y es
cuando me duermo de nuevo... sin sueño. Compro y compro. Me
entretengo, viajo, trato de conversar, pero cada cosa termina
fastidiándome igual que la anterior. Me exprimo, pero no sale el
zumo. Trato de imaginar, pero la punta de mi naríz es lo más lejos
que llego a alcanzar. Creo que los demás también están en el mismo
predicamento, pero logran fingir mucho mejor de lo que yo lo puedo
hacer. Los miro y no agarro la técnica, el procedimiento, la receta.
Al final del día quedo extenuado de buscar, de detectar. Pero sólo
quedo con mi vacío, con un novedoso plan que mañana hará desfilar
algo de prestidigitación, de ilusionismo por mi frente, mientras
tantos años me siguen abandonando, pasando su factura con espantosa puntualidad.
Sabiduría popular
El frutero me dijo que te cuidara. El
señor del kiosko me pidió que te atendiera muy bien. El zapatero,
mirándome con una sonrisa, me recomendó que te conservara. La
señora del café me habló muy bien de ti -se ve que te conoce-. Más
tardecito, mientras me comía una empanada, el viejo servía el café
negro mientras te defendía. Así pasó el día en la parroquia,
entre el séquito de tu defensa y mi agrado por tal hallazgo. De
vuelta a casa, después de sacar cuentass y quedar tablas, el taxista
sobrevino y me dijo que si terminaba contigo lo que estaba era
tostao. Ante tal manifestación, totalmente parcializada a tu favor;
ante la avalancha de almas a las que cautivaste impunemente, y con
este corazón vapuleado por la soledad y la extrañeza, sólo me
queda ceder ante la sabiduría popular.
miércoles, 27 de junio de 2012
Llorar en público
Llorar
en público. Desplome. Quiebre súbito que tiene a bien mostrar el límite de nuestra
muy cacareada fortaleza, de nuestro bien estudiado libreto. No se contuvo el
talud de pesar y la audiencia tuvo su tema del momento. Un muro a la altura de
la rodilla servirá de asiento para ahogar los párpados. Un desinterés de
nuestro derredor abrirá la puerta para la desconsolación, para el sollozo asfixiado.
Como una víscera que boicotea, que sabotea, que estrangula, se salió, se botó a
la vista callejera un retrato de nuestro perturbado e inédito interior. Por favor,
acércate a mi lado y no me dejes solo en estos extraños momentos de sinceridad
obligada; dame la mano y sin mucho preguntar, deja que te sobrecargue con mis
dificultades, con mis ojos ya enrojecidos…
domingo, 24 de junio de 2012
Por un huequito
Quiero
ve por un huequito cómo es tu mundito perfecto cuando ya no me tienes como
contendor. Quisiera ver cómo resuelves tus problemas, tus trapos sucios en
casa. Adoraría ver cómo me reconoces como excelente adversario, digno de
respeto y hasta de temor. Quisiera ver, cómo peleas con los tuyos porque no
piensan igualito que tú… así como yo. Sería hasta divertido saberte defendiendo
puntos que se parecen más a los míos que a los de los que supuestamente te
apoyan. Todo un lío, ¿no? Esa firmeza de cartón que muestras en la tarima, ante
el micrófono, en el auditorio, en la oficina o en el comedor, no cabe duda de que se arruga
cuando llegas a tu casa y piensas bien en el peo en que te metiste, creyendo
que era “un poco menor”. Lo cierto es que no eres tan papista como el Papa,
porque cuando cierras la puerta tras de mí, quedas con tu infiernito
particular, tratando de explicarles por qué no tienen toda la razón, luego de
haberlo practicado conmigo. Si aceptas
un consejo: Corre mientras puedas a un sitio tranquilo, a un refugio donde
puedas ser tú mismo. Suerte.
miércoles, 20 de junio de 2012
Melancolía es...
Melancolía es inmensidad vista sólo
por un par de ojos, un paraje solitario, un escenario sin actuantes,
sin libreto. Es tristeza sin lágrimas, son recuerdos sin futuro; es
frustración vigente. Melancolía es nuestro acostumbrado baño de
agua fría en silencio, íntimo, misterioso. Melancolía es una
manera de vivir atado, de avanzar con algo más de esfuerzo, y sin
embargo poder llegar. Melancolía es el lazo elástico con la locura
pasada, con remedos pretéritos de felicidad, con no pudieron ser
ya sin caso. Si no la hemos vivido, no hay mucha victoria por cantar:
Es sólo cuestión de tiempo.
martes, 19 de junio de 2012
Demonios escapados
Se despertaron los demonios antes
domesticados. Se perdió todo aquel esfuerzo en la oscuridad. Cada
uno de los presidiarios de un momento contaminado, y que aportaron un
supuesto aprendizaje, andan caminando por la acera y creo que vienen
pronto a visitarme. Se rompió la reja que creí suficiente. Dejaron
su timidez, la finta de candidez y sumisión que tenían por antifaz
y se rebelaron, de nuevo, contra quien salió a buscarlos... de
nuevo. No tengo duda de que esta vez ganaré la batalla como antes lo
hice, pero temo el precio que debo pagar. Seguramente será un retazo
de libertad; seguro será un trozo de tranquilidad al sentir, al
decidir en adelante... esta vez, para siempre.
lunes, 18 de junio de 2012
Sentado en la oscuridad
Sentado
en el asiento oscuro de mi carro. La penumbra y la brisa que venía del mar a
burlarse de mí, no dejaban que nadie que pasase por el sitio supiese de mi
existencia, de mi miserable existencia. El brillo ocasional de los faros que
pasan descubre mis mejillas bañadas de lágrimas ya casi secas. La botella de
ron preferida de siempre agarrada a mi mano, su fondo casi descubierto destila
el olor que envuelve mi aliento desganado. Música... no recuerdo qué música,
pero el volumen de la canción de turno comenzó a mover recuerdos, reproches, y
las lágrimas recorrieron de nuevo el camino casi seco de hace unos minutos. Ya mis
ojos no giran, no ven; la mirada perdida, enferma, anestesiada, se fijó en el
horizonte de enfrente. El sudor habita mi frente, y de las sienes se despega
una gota para caer en mi pecho desolado, casi inanimado.Ya mis oídos dejaron de
escuchar, y la llave del carro gira para encenderse por última vez. Un
sollozo, un silencio profundo, la
soledad en su expresión de mayor sadismo; todo dispuesto para un último
movimiento, un movimiento definitivo, sin mañana. Sólo faltaba una señal, un
aviso, para acometer el último vuelo, el vuelo lapidario, el vuelo que
terminaría con lo malo y con lo bueno de este camino que ya no soporto. En un
momento que ya no recuerdo bien, del cielo oscuro, nublado, surgió la cara
blanca, deslumbrante, desafiante de la luna; por entre la bruma, la neblina, la
burla, el desespero; por entre los brazos imaginarios que se abrían de esa luna
y sus nubes, escuché el susurro que me invitaba a andar, a avanzar hacia esa
imagen que mi cabeza fabricaba… ante la señal inconfundible del momento, la
tristeza y mi mirada perdida, remojada en lágrimas, en sollozos, aceleré hacia
la nada, hacia el vacío, frío y fugaz precipicio que antecedió mi final
encuentro con el mar.
Haz que me salvas
Pretensiosa
idea la de erigirse como salvador, como hito de la historia o de caudillo de
ideas. Pequeños grupos autodenominados, autoproclamados en conciliábulos, y aún
así, aceptados por la multitud narcotizada. Dictaduras aterciopeladas que
aprietan hasta la muerte sin ser determinadas por las víctimas, sin evidencias
en contra. Hipocresía en aerosol, regada por el aire, esparcida por las narices
que vienen detrás, obnubiladas por las luces, por el brillo. Terrible droga que
no dura para siempre, abandonando al convaleciente cuando le ha absorbido las
fuerzas más determinantes, y dejando sólo el bagazo en el plato roto. Superficialidad,
embriaguez y fantasía envenenan las mentes. Grima al alma, a sus profundidades,
a sus riquezas. Aversión a todo lo que respire entre si. No queda semilla, no
una buena. No queda legado, sonrisa heredada. No queda un coño.
Quiero mis rayas
Quiero
mis rayas en el piso. Necesito saber por dónde es la cosa. Por favor, quien
tenga el plano y la brocha, que se aparezca y haga su trabajo. Quiero saber si
lo que hago está bien o no, si voy por la senda que debo. Se le agradece a los
responsables de guiar al resto, que hagan su acto de aparición y extiendan el
brazo en dirección correcta. Estoy esperando y nada pasa… ¿qué pasa? Estoy casi
seguro de que con algo de pintura blanca en el piso, tomaré impulso y recobraré
la inercia recién perdida, ya anhelada. ¡Hey, tú! ¿No has visto al señor por
aquí? ¿No? ¿No sabes cuando pasa? Qué vaina… bueno, por ahora, bajaré la
velocidad e iré muy pendiente de cualquier poste repentino, de cualquier pared
oportunista que quiera arremeter contra mí.
No quiero cuidarme
No quiero cuidarme. No
quiero hacerme el fuerte. Quisiera, por favor, conservar mi
vulnerabilidad abierta, como vieja llaga sin sanar, aunque sin
preocupar. No quiero nuevas recetas para levantar edificaciones como
murallas contra ellos. Desearía no perfeccionar el descrifrar dobles
fondos, dobles discursos, dobles caras. No quiero descubrir nuevas
cosas, si no vienen en son de paz, a mirar el apacible paisaje a mi
lado. No quisiera ser experto manipulador de quienes se acercan y me
hablan de cerca. No quiero filtrar, traducir, rechazar. Quisiera, más
bien, dejarme llevar por la suave corriente, sin jodiendas, sin
turbulencias innecesarias, sin mirar con el rabo del ojo... ¿Se
podrá, chico? Ten la bondad...
¡Bu!
Me espanté. No sé si el estímulo fue
real o imaginario. Como una criatura asustadiza del camino, acogida,
encantada, casi domesticada, voló al escuchar un ruido sospechoso.
Pasajes del antiguo sendero vinieron a su mente y el pánico cundió
en cada rincón de sus amarres. La presencia del pasado se convirtió
en fantasma formal y le salió una noche. Los reproches a sí mismo
despertaron después de años de hibernación. No quiso escuchar las
razones; prefirió alejarse para evitar la herida reeditada. Con sus
manos como escudo, como esperando el latigazo probable; mirando el
camino de espaldas, retrocedió entre temblores que le gritaban te lo
dijes, entre decepciones inimaginables, indeterminables por el momento.
domingo, 17 de junio de 2012
Al Padre
Porque
te quedaste cuando correr era la usanza. Porque cuando mi mami te dijo que
éramos al menos tres, no tuviste el reflejito ese de levantarte de la silla y
pensar algo “alterno”. Porque ni las fiestas, ni los viajes, ni el balón te
alejaron de la vieja. Porque sus ojos enamorados te tendieron la trampa
perfecta y cerraste la dulce prisión en la que crecí, con tu participación algo dictatorial, por el poco de hambre y frío que me forjaron, formando
este equipo invencible del que me siento así de orgulloso ...Y si no
fueses tú el mismo de la historia original, tendría muchísimas menos palabras para
agradecerte.
viernes, 15 de junio de 2012
Zape gato
La pelona pasó cerca esta vez.
Mientras sentado a la ventana del tren, se escuchó el estruendo.
Entre el estremecimiento, la breve parálisis y la comprensión de lo
que acababa de ocurrir, recibí en mi regazo al compañero de viaje y
a su sangre esparcida por el impacto. Sólo recuerdo que el ejecutor
murmuró un inaudible sarcasmo de despedida antes de salir del vagón
con pasmosa tranquilidad. Las damas gritaban su conmoción. Los
caballeron no sabían si salir de la escena o levantar el cuerpo
marchito de la víctima. Por mi parte, quedé en un trance de morbo
que me permitía observar, con un detalle inédito en mí, el cráneo
horadado, los restos de una mirada quieta y los brazos desgarbados
del vecino que dejó de ser. Llegó el cuerpo de rescate, que con
disciplina ejemplar retiró el cuerpo que invadía mis posibilidades
de levantarme y ejercer el pánico normalmente. Pegó cerca esta vez,
pensé con los ojos pelados. Por venganza, por equivocación o por la
más purita maldad, la bala pasó a mi lado como observándome y
diciendo “nos estamos viendo...”. Zape gato.
Declaración
No puedo ofrecerte nada, además de lo
que acabas de obtener. Aún siento que no he resuelto mis nudos
afectivos, y soy tan frágil que lo más que me tranquiliza por el
momento, es estar contigo. Mi posición es la tradicional de
dicotomía sin estrés, viendo a ver cuándo se resuelve este lío a
la vez que no muevo un dedo, que no agito unos gramos de valor que
invoquen la acción pertinente, necesaria. Esto es una aventura, y
aunque sospecho que lo sabes, es bueno aclarar que este unión
tambaleante “no genera obligación posterior”. Comienzo a ver que
la cosa de la pasión se está convirtiendo en otra cosa, sobre todo
para ti; pero todavía siento holgura, no siento presión de tu parte
para que defina mi posición de una vez. Sé que me quieres, y muy
seguramente yo también te quiera, pero por ahora, y no sé hasta
cuándo, mi cobardía seguirá refugiándose en uno que otra pecho
frágil, solitario, igual de cobarde que yo como para terminar con
estos gérmenes de juntura que terminan en gigantescos monstruos que
lasceran vidas.
miércoles, 13 de junio de 2012
Bastante incómodo...
Soy
incómodo. Soy muy incómodo para los demás. Soy la piedra que cae en el estanque
quieto por días. Soy la observación inoportuna, la pregunta inimaginada, el
punto de vista inconveniente. Soy la verdad en tiempo de mentiras. Soy el
desentono en el concierto sereno de ciegos y sordos a voluntad. Soy quien aportará
el sarcasmo al escuchar tamaña tontería, semejante composición de trucos
dirigidos a los pendejos. Soy, entonces, a quien no se invita al cóctel. Soy a
quien se le cierra la puerta cuando pasa, temiendo que dañe nuestro dolor callado
o que haga evidente lo marchito de nuestras celebradas flores… una vez más. Pero
tranquilo, no insistiré en salvarte, en hacerte ver lo que, evidentemente, ya
sabes y escondes. No te abandonaré… eso no. Pero fíjate, con esta sonrisa de
condescendencia, iré caminando y me sentaré al pié de aquél árbol, a respirar
la brisa a favor, a vestirme de sol vespertino mientras, tal vez, se te ocurre
acercarte a conversar lo que tengas a bien, sin tapujos, sin medias verdades,
con la honestidad que te mereces. Nos vemos ahora.
En pena
Una
leve brisa mueve mis ojos en un día gris. Sentado en un peñasco, a la orilla
del mar casi callado, miro todo y no miro nada. Me levanto y camino por el
terreno pedregoso, con las manos en los bolsillos, como buscando algo por
sacar, miro las nubes y transparentan, muy tímidamente la luz del sol. No están
las voces que solían estar. No hay que tener cuidado de los niños que podrían
tropezarme mientras juegan. Parece ser el único que pensó venir a este paraje a
no hacer nada, nada que no sea sollozar del pasado. El agua salada no llega a
mojar mis pies, a pesar de que estoy hasta las rodillas. No me hundo en la
arena. No parezco estar. Parezco ser un fantasma que pulula con nostalgia por
sus antiguos dominios, por sus fenecidos campos de triunfo. No estoy donde
describo el paisaje. No estoy, ni siquiera, en el recuerdo de los que habitaban
el sitio. Soy un muerto más muerto de lo normal, sin eternidad, sin lágrimas
ajenas dedicadas, sin una huella en el corazón de nadie.
Claro que están
Las cosas están, pero no se ven. Las cosas existen a pesar de las
creencias, a pesar de las testarudeces. La verdad puede ser groseramente
evidente y aún así, ignorada, desaparecida en presencia fantasmal. Podemos
tropezar con algunos de estos ineludibles monolitos y la distracción, la
fingida indiferencia nos hará rodearla y dejar el asunto para después. Podemos
caminar sobre la evidencia, vivir en ella, sembrar sobre ella, y todavía
podríamos refutarla vehementemente; podríamos dudar mientras yacemos untados en ella. No hay peor ciego
que quien no quiere ver, dicen, pero podría no tratarse de querer, podría tratarse, incluso, de necesitar la evasiva. Somos un punto suspensivo sobre un entramado,
invisible desde cerca. Somos casi lo imperceptible, arrollado por formas
gigantescas que nos contienen. Y aunque somos posposiciones perennes de la verdad, hasta podíamos fallar en el disimulado intento por saber de ella antes de morir.
Abrázame en silencio
Abrázame
en silencio. Así. No quiero escuchar un conato de argumento, de criterio, de
estructura de ninguna naturaleza. Sólo abrázame. Siente nuestras respiraciones
alternando en un coro sin comparación. Cierra tus ojos y métete dentro, donde
nadie te pueda tocar, donde sólo yo sepa que estás, disponible para mi
capricho, incondicional. No me mires así, que parece que dijeras algo. No hagas
puchero, porque se te puede salir algún vocablo inoportuno en extremo. Deja el
empeño en pensar en miedos, en discursos enrevesados, en “qué pasará mañana”.
Quedan horas, queda refugio para lo nuestro. No quieras deshacerte de un retazo
de cielo como sospecho que puedes hacerlo. Todo parece tener su tiempo, y ahora
se asoma el nuestro. Acostúmbrate, rapidito, a que puedes estar quieta.
Acostúmbrate a que, de ahora en adelante, el resto de la vida estará sumido en
tranquilidades, en sonrisas, en paz.
martes, 12 de junio de 2012
Mis propias aguas turbias
No puedo estirarme conveniente hacia
ambos lados. No puedo martirizarme entre adentro y afuera. Siento la
patología de practicar el urbanismo, a la vez que la tolerancia
extrema. He perdido el camino de la autoprotección, regalando
retazos valiosos de mi propia salud al transeúnte ligero,
despreocupado, ensimismado, hipnotizado. Y a la vez, no soporto con
gracia eso de resguardarme ocasionalmente mientras veo al vecino en
apuros. Quiero mudarme, mudar mi atención donde los demaś la
radicaron, consiguiendo ese no sé qué para sobrevivir. Necesito no
saber de peleas internas en las que pierdo, cualquiera que sea el
resultado. Estoy fastidiado. Estoy enfermo.
lunes, 11 de junio de 2012
Seré tu maestro
Seré tu maestro en las artes que has
seleccionado. Seré quien te guíe por entre la maleza de
conocimientos que necesitas para agregarlo a tu extraordinaria
habilidad. Desplegaré ante tí mis experiencias para que evites caer
en mis errores. Apilaré cada historia disponible para que te erijas
sobre ellas y des el salto final. Descoseré mis frustraciones y las
desacreditaré ante tus ojos; las corregirás en tu camino y me
mostrarás cómo fue que pudiste con ellas. Tus sueños y tus
pasiones, tus fuerzas nuevas usarán mis guías como barandas
protectoras del proyecto. Llegarás donde yo no pude, pero por
razones distintas. Lograrás el éxito que yo no tuve como
ejecutante, pero en cambio me dejarás el honor de triunfar como mentor, y
eso... eso te lo agradezco mucho.
Llegaste alzaíto, pero...
Te desarmaré con mi sabiduría y haré
que te entregues. No te forzaré, a pesar de que llegaste
intespectivamente, batiendo puertas e insultando a los presentes. Con
la paciencia ya obtenida, escucharé tus quejas infantiles que no me
interesan, pero a las que tienes derecho. No reaccionaré a tu modo,
no te complaceré, no seré tu torpe complemento. Sin embargo, si iré
dibujando en el aire el esquemita de tu berrinche, para luego
indicarte los puntos donde tu ligereza y tu ridiculez fueron más
vehementes. Desarmaré uno por uno tus argumentos airados, faltos de
consideración a mi honor y mi dignidad, e iré dejando en la mesa el
mapa por donde deberás transitar la próxima vez que tus propias
acciones te tiendan esta misma trampa. En dos o tres intercambios de
palabras, el silencio avergonzado se adueñará de ti, haciéndote
esquivar la mirada; ni aún así pedirás disculpa... tú no eres
así. Pero no importa mucho por ahora. A pesar de toda esa pasión
desatinada, de todo ese caudal tormentoso, estoy seguro de que tu
razón irá venciendo los obstáculos que te empeñas en atravesar, y
será entonces cuando podamos conversar como hubiese sido bueno
siempre, antes de haber decidido ser tú mismo tan rápido.
Fue sólo un impulso
Fue sólo un impulso, pero bastó para
acabar con todo. Fue un parpadeo, pero fue suficiente para cortar lo
que venía siendo, lo que venía creciendo. Te diste esa licencia. Alguna semilla
inadvertida quedó sembrada en tu ser, que permitió que esto
ocurriera. Algún embrión de violencia fue detonado por ese
desplante y se desató este desastre en el que ahora estamos
involucrados. Aunque debes asumir la responsabilidad, estoy seguro de
que no fue tu culpa primigenia. El germen de la brutalidad fue
inoculado en algún momento, enfrente de alguna pantalla de
apariencia inocua, mediante la oferta engañosa de un excelente
vendedor de ilusiones, que entre fogonazos de luces encantadoras, te
dejó el explosivo que luego arrancaría de nuestras vidas lo que ya
había. Debo despedirme de ti ahora. A donde vas no puedes ser ya
protegido por quienes lo hemos tratado de hacer con tanto afecto. Ya
el daño está hecho. Seguramente nos quedaremos aquí afuera con
quienes, como tú, son seres bomba y que son destrucción no
activada. Espero que, al menos, quede el aprendizaje y no se repita
más este enorme desperdicio de vida, este enceguecimiento no tan
temporal de tus libertades.
domingo, 10 de junio de 2012
¡Mira pa'cá!
Si
no afecta el resultado que todos esperamos, tu color de piel no será
importante. Si no hay desviación significativa en el propósito amoroso, tu
religión no representará un obstáculo. Si no se afecta el día de la gloria de
ningún modo, tus colores y banderas hasta podrían ayudar… pero todos los colores.
Si esa mentira pronunciada no cambia los hechos en las mentes de los activistas
de la libertad, de la convivencia, de la unión final, la obviaremos. Si esa
verdad vociferada no cambia el objetivo con el que soñamos desde hace siglos,
vamos a pasarla por debajo de la mesa… Pero coño, ocupémonos del logro sin esa
distracción tan pendeja como peligrosa que nos ocupa tan urgentemente.
Te prohibiré algo
Te
prohibiré algo. Pero esta vez te prohibiré algo que no necesites, algo que no
quieras ahora, que ni siquiera te combine. Lanzaré una sentencia confusa sobre
tus sentidos, como portazo a tus percepciones y te volverás como loco. Desde ese,
tu fatídico momento en adelante, te veré acercarte a pedir cacao, perdón,
concesión sobre ese extraño producto que ni siquiera conocías pero cuya
ausencia ahora no te deja dormir. Serás esclavo de la ilusión de tenerlo, y yo
tu dueño por cancerbero de tan engañosa riqueza, de tan ridícula naturaleza, y
por la que ya no puedes ser tú mismo, sino quien yo quiero que seas.
No te cansas de joder
¿No
te cansas de joder? ¿No te agota eso, de pensar cómo malograr al prójimo? ¿No
sufres de extrañas exhalaciones, producto de maquinar en negativo? ¿No te has preguntado
qué se siente que te quieran por tus acciones, en lugar de por ser una carga
familiar o un compromiso circunstancial? Anda, chico, estimado adrede, déjate
caer y yace un tiempo, mientras encuentras la sonrisa y la compasión por algún
lado, que seguro encontrarás. Pero por ahora, observo desde este rincón, que
manoseas la suerte, que juegas con vidas ajenas, que rempujas buenas gentes a los
precipicios de tu propia manufactura. Déjate de esa vaina.
viernes, 8 de junio de 2012
¿Ahogado yo? qué va
Ya estoy claro: Estoy ahogándome en un
vaso de agua. El vaso, sin embargo, se va haciendo cada vez más
grande con los días. En este torbellino, para los demás imaginario,
falto, según ellos, de mi buena perspectiva, va magnificando cada
evento en contra, cada punto a desfavor. Ya no toco las paredes del
susdicho vaso, y mi cuerpo se hunde hasta la cabeza. Cierro los ojos
y no puedo escuchar vocecitas interiores que me puedan orientar,
angelitos buenos o malos que me inyecten saña alguna desde mis
hombros. Dirán que es una tontería que con algo de tranquilidad se
pasa. Afirmarán, con la experticia esa que los disfraza, que me
abstraiga, que vea el bosque y toda esa paja. El hecho es que estoy
harto de una buena cantidad de cosas y ejerzo mi berrinche como me da
la gana, sin la menor consideración al público expectante. Así que
déjame en paz... déjame ahogarme tranquilo.
jueves, 7 de junio de 2012
Dulce obstáculo
Eres la dulce distracción en medio de
la crisis. Eres una apetecible invitación a sentarme, en lugar de
emprender el camino urgente, necesario. Eres la fronda que acobija de
la lluvia, y que atrapa con su tibiesa. Eres un pedazo de vida que
cuadra perfectamente por un lado, mientras se posterga el itinerario
cesudamente prescrito por el otro. Quitas de mis manos los
instrumentos de búsqueda y te colocas en sus lugares, arrancando con
ternura y pasión la frialdad y el cuadriculado de mis notas. Eres el
obstáculo azucarado a mis comprensiones, la posposición disimulada
a la que me pliego sin la menor resistencia, con el mayor deleite.
Pero cuando te retiras, quedo de nuevo con el laboratorio
desarreglado, con las maletas desechas de nuevo, reubicando mis
tareas pendientes caídas debajo de alguna silla, de las copas vacías, del candelabro humeante. Es cuando estás lejos que la neblina rosa
y aromática desaparece y se impone la idea recurrente de pensar en el
camino, de planear, de hacer; nunca sin dejar a un lado a esa dulce
aparición que ahora poseo, y que se interpone en la puerta de salida...
aunque al final, afuera, no haya mejor paisaje qué perseguir.
miércoles, 6 de junio de 2012
Quiero tentaciones
Hoy quiero tentaciones.
Quiero otras cartas, otro colores aparte de los que ya he escogido. Quiero tener opciones que me
traten de seducir para convalidar mi perspectiva de hoy. Es fácil recostarme, defender mi única posición, la que me tocó, y quedarme atascado neciamente. Quiero saber de mi
conciencia, de haberla. Quiero el circo completo, la degustación completa, el concierto
completo y así paladear de nuevo, y decir con los ojos cerrados lo que he de
tomar. Si resulta lo mismo, me consideraré un tipo coherente; si no, me
consideraré, simplemente, honesto. Claro, en ninguno de ambos casos, hablaré de la tristeza que permanecerá.
Me las sé toditas
Ahora soy audiencia. Ahora soy yo quien
debe escuchar, quien debe prestar atención. Sin embargo, me doy
cuenta de que ya sé mucho de lo que me dicen y me siento orgulloso;
tanto, que parafraseo frecuentemente al orador. Tanto, que miro al
resto de los oyentes y quiero dejar clarito, a todos ellos, que yo
estoy allí por una jugarreta de los días y no porque me haga mucha
falta. Levanto la mano, me adelanto a la clase, aclaro conceptos que
seguro al resto se les hace difícil entender. En fin, después de
esta relajada “clase”, sentado con la pierna cruzada, recostado y
con los brazos cruzados, mi sonrisa no cuadra tanto con la cara de
arrechera que cargan los demás.
lunes, 4 de junio de 2012
¡Yo no te lo pedí, coño!
Una
concesión no solicitada. Un favor no requerido. Una ofrenda hecha sin
consentimiento del destinatario. Una delicadeza dedicada, con mucho afecto, a
quienes pensamos que lo necesitaba. Con arrojo, sin ataduras, nos entregamos a
nuestras buenas intenciones, sin saber que el pretendido del grupo de dos se
henchía sólo en nuestra cabeza. Del otro lado, quien con sorpresa agridulce miraba el inesperado presente, sólo
sufría una asfixia sutil en aceptación de aquel regalo que resultó desatinado.
-Pero no fue gratis, ¿oíste? Te lo di con todo mi
amor porque creí que con eso te ayudaba; que con ese gesto de mi parte te
sacaba de un aprieto. Creí que era desinteresadamente, pero eso es pura paja. Ha
llegado el momento para que me agradezcas, para que te pongas a la altura de nuestra
situación. Me sentaré aquí enfrente, con la mirada altiva para darte tiempo a
que recapacites y comprendas que sentimos lo mismo, que somos el uno para el
otro ¡y no pongas cara de fastidio! ...¿Cómo? ...¿Que cómo me llamo?
No te encuentro
Te busco. Te busco por ahí y no te encuentro. Te
busco entre la gente, en la calle, pero no estás. Te busco. Escudriño
profundidades detrás de las miradas, pero sólo encuentro escudos temblorosos,
espejos deformados. Trato de situarte, pero mis ojos, como en un costoso juego
fallido, desatinan con dolor y estrépito. Doy largas a mis intentos de
reengancharte con la esperanza ya no tan firme de completarme, pero finalmente
caigo de rodillas, esta vez, para siempre.
Lo siento, Doñita
Doñita, quisiera darle mi puesto, pero elijo no
hacerlo. Me duele la espalda, el cuello y tengo los pies desechos. Yo sé que Ud.
está en la edad de ser atendida, pero hoy no. Antes de hacerme el dormido, el
tonto o quedármele mirando raro, prefiero confesarle mi intención de quedarme
sentado enfrente de su bamboleo corcoveante, entre todas estas damas que
parecen mucho menos caballeros que yo.
Un asiento vacío
El insospechado lugar estaba
vacío. Era impensable que estuviese disponible. Resultaba increíble que
estuviese solo, sin un ocupante de esos, de los que pululan a diario, agotados,
por estos lares. Sumaba y restaba y no me cuadraba la cuenta. Pensé: "y
qué tal si...?" pero no, qué va; sería una locura, un regalo milagroso
para un mero pecador fatigado. Me fui acercando a lo que parecía un lugar
rodeado de gente, pero sin ocupante. Tal vez había un niño al que nadie miraba
ahora. Quizás era un paquete invisible desde la distancia. Seguía yo avanzando,
y ante la espectativa de posible la burla de la audiencia, del encuentro de un
derrame o una mancha fresca, me lancé al vistazo final: estaba vacío. Estaba
limpio. Estaba esperándome... y yo que estuve a punto de abandonarlo. “Seguramente”,
me dijo sonriendo un anciano que me observaría desde hacía rato, “…el mérito no
fue tu optimismo, sino, a pesar de ridículamente difícil de la tarea, nunca dejaste
de avanzar”.
domingo, 3 de junio de 2012
Algo en qué creer
Dame un símbolo,
muéstrame una figura, para creer. Háblame de otros mundos mejores, de uno o
varios seres superiores, contralores, para asir mi pensamiento. Despliega tu
discurso vehemente, señala el cielo y el suelo, hazme historias de tiempos
inmemoriales, para entrar en tu onda de fe. Hazlo, por favor, porque ya no creo
en mí. Ya no me dejo guiar más por mi pensamiento, usando la parálisis como
instrumento predilecto. Ya amordazo a lo que solía llamar “mi intuición” y la
amarro a cualquier poste disponible. Oídos sordos a las voces del interior que
claman por una segunda oportunidad. Por eso, por fallar tan estrepitosamente,
le sale sentencia de incredulidad al coro que acostumbraba ser mi séquito, a
las equivocaciones grupales que solían venir a mostrarme el camino, la senda perdida.
Estimado ridículo
Nuestro estimado sentido
del ridículo. Estimado, oportuno, genial, risible. ¿La mejor arma? Reírse
primero. Fugaz comprensión del resbalón y su inocuidad. Veloz mirada alrededor
a ver quién conforma la audiencia, y entonces soltar la risa. Levantarse ,
sacudirse bien, y un giro de la cabeza que reza “que vaina”, entre sonrisas,
exhalaciones y algo de vergüenza, son la cobija del comento. Más adelante, unos
metros más allá del siniestro, una carcajada salvadora nos hará libre de nuevo,
por supuesto, para volver a caer.
Enseño aprendiendo
Enseño,
practico la
pedagogía. Sentado en la grama, con mi discípulo a mi lado
derecho, demuestro los conocimientos que con gran orgullo me adornan. Y a
medida que despliego mi pergamino, me escucho y comienzo a ver colores
desconocidos para mí hasta ahora. Extraña sensación, eso de ver lados ocultos
de lo que se dice saber, de lo que suele acumular. Hablo y me escucho, y caigo
en puntos de comprensión que sólo salen a la luz por medio de la retrospección. La
sencilla tarea de regar ideas en terrenos ajenos hasta ahora, la atención
prestada a mis disertaciones y la escena en el parque, realmente son más de lo
que se puede ver, escuchar, establecer a primera vista. Es, simplemente, la
oportunidad de aprendizaje propio a partir de la enseñanza a alguien que, en la
mera teoría, sabe menos que nosotros, pero que puede despertar, con una
pregunta, una grieta hacia un nuevo universo.
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