Y
preguntaré, mirando esta escena paralizada, ¿qué pasó? Sin haber podido
paralizar lo que seguramente en la realidad ocurrió una fracción de segundo
después, me seguiré preguntando qué es lo que pasa entre nosotros. Entonces me
declararé incapaz de entender, y sobre todo de comprender lo que ocurre, lo que
ha ocurrido, lo que desgraciadamente ocurrirá por la misma o por alguna otra
razón. La razón. Habría que saber, al menos, si la razón del victimario y la
víctima de la gráfica son propias, son congruentes con sus respectivas causas
de vida. Y mientras me pregunto, corro el peligro de no hacer nada para
evitarlo, de no hacer la diferencia, y por mera y propia salud mental y vista
gorda, abandonar al prójimo; de no ser el buen samaritano ni nada… sobre todo, “nada”.
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