En
medio de la desazón, busco palabras de agradecimiento. En medio de la nada,
miro a ver dónde están mis pies para caer parado. Guerra avisada intenta matar
hoy al soldado. Guerra perdida vino a tomar su trofeo. Sin contornos, sin
preparación fingida, si quiera, llegó el autobús a tocar corneta y me quedé con
la camisa y los zapatos en las manos. Fortuna finita vivió lo suficiente para
enterarse, a esta hora de cielo y nubes claras, de su efímera estadía. La
sentencia se cumplió. El verdugo lo venía avisando desde hace días, pero mi
ligereza me mantuvo en la fantasía más real que he experimentado. El ejecutor no
mintió: nadie sino yo parezco ser el distorsionador de toda esta escena de
actores prepagados. Hay muchos más cubiertos que manos y más ganas que posibilidades…
qué vaina.
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