El
miedo es una opción, una tentación. La culpa se levanta como una nube y
paraliza los músculos. Meter la cabeza en el agujero se muestra como la
salvación, pero ¿y el resto del cuerpo? Las ideas se pueden invocar. Las
palabras se pueden ordenar. La dignidad se puede despertar y se le puede lavar
la cara, si es necesario. Siempre hay dos opciones o más. Siempre existe la
posibilidad de abrir los ojos y cerrar la boca (al contrario del jueguito
aquél) y decidir lo que entrará en nosotros, si es necesario, con algo de frío,
con algo de hambre.
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