¿Cómo naciste allí? ¿Cómo hiciste?
Seguramente no lo sabías, no sabías que era imposible, que no debías, que
existieses hoy tan fuera de contexto. Seguramente no sabías que tu presencia
estaba en contra de todo pronóstico, de cualquier cálculo, de cualquier
argumento brillante de muchos expertos en la materia. El hecho,
pequeño, insólito y testarudo ser, es que existes y no hay remedio (si es que
hablamos alguna enfermedad). Tus ramas y tus hojas parecen de excelente color.
Tu raíz incisiva, creativa, desubicada para el resto, tiene tentáculos vestidos
para la ocasión de vivir en ese escondite, donde pocos pueden apreciarte,
saberte, admirarte. Las apuestas dicen que caerás en algún momento. Los
entendidos, que hasta ahora no han acertado en mucho, dicen que algunas leyes
físicas no dejarán que te desarrolles “correctamente”. Tal vez no serás un
ejemplar grande en tamaño, en fronda, en cobijo. Tal vez no existen las
condiciones, el permiso, la aprobación, el nombramiento; pero tú y yo sabemos
que cada día que pasa es un triunfo irrefutable de tu existencia, de sus causas
e, indiscutiblemente de sus consecuencias.
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