El
presente, la semblanza del pasado. La retrospectiva parece ser la mejor
herramienta. No importa cuántas o cuáles curvas, oscuridades, esguinces se
hayan podido conocer, mirar el legado suele ser reconfortante, de amplia
sonrisa, de merecida sonrisa. Lentos parpadeos sobre las páginas vividas
recortan el valor de la existencia de hoy, del esfuerzo desconocido. Resulta
esto un ligero resumen de la noche al día siguiente, cuando todo conspira para
hacer de la historia, una mejor historia, un relato plausible. Cicatrices sobre
piel algo áspera, más fuerte. Lágrimas que ya no se ven, sollozos que pasaron
ya a nuestra mejor vida. Pasión que esculpe nuestra tranquilidad de hoy,
nuestra conformidad con los días transcurridos. Errores y victorias
entrelazados en las arrugas de la frente regalan mejores sueños, tranquilos
descansos… más sinceros, por cierto. Mirar hacia atrás deba ser, tal vez, la
manera más elegante de sabernos honestos con nosotros mismos.
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