Extraño,
desconocida sensación la de sentir que alguien con quien no comulgas, lo hace
honestamente. Desconcertante saber que quien se ocupa es esa tarea, tan
desagradable, lo hace con entusiasmo y gotas de sudor en su frente… por decir
un lugar. Raro, muy raro, saber que quien no goza de tu aprobación avance, y,
eventualmente, triunfe. Parece que esa persona no quiere escuchar tus consejos,
tus valiosas consideraciones, tus sabios pasos como guía. Qué vaina. Lo miro.
Lo miro fijamente, y el brillo en sus ojos no cesa de caer sobre sus apuntes,
en sus hábiles manos. Sin querer evitar la invasión, el espacio, lo observo al
pasar de los años y veo cómo crece, cómo domina los elementos, cómo se supera a
si mismo. Sus ilusiones cayeron desde sus sueños hasta sus manos y ahora podría
yo decir que lo ha logrado; que es feliz haciendo “eso” que a mí no termina de
gustarme. Siento que se acerca una época de lecciones para mí, y una de las
ineludibles es la de la dura práctica del respeto.
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