Déjame escoger a mis amos.
Déjame decidir de quién seré esclavo. Quisiera, si me permites, dar mi opinión
acerca de quién me coartará libertades, que tal vez, no sean deseadas por mí…
no ahora. Si eres tan amable, desearía cruzar mis muñecas, esperando la cadena
que regirá mi encierro, desde ahora hasta que me dé la gana. De verdad que
respeto tu consejo, pero voy a ir a la pasarela y escogeré, con entusiasmo
infantil, mis verdugos, mis vicios y mis razones por las cuales morir. Muchas
gracias.
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