Messenger me invitó a
una fiesta hace unos días. Fui así como con cierta reserva por lo raro, pero
bueno, no haría el desaire. El organizador tenía una lista de mis amigos y
conocidos por la red, e incluso de familiares. Me emocioné mucho al ver a
Pablito, pero al acercarme aparecía como ocupado; y era natural, dada la
ocasión. Lancé una mirada al resto de la audiencia, pero extrañamente estaban
como desconectados, no sé. Me acerqué a saludar a María, y aunque no se veía
hablando con nadie, no me contestó sino hasta un rato luego con un monosílabo. Le
pedí bailar a Susana, pero estaba como ausente. Entre trago y trago, entre
“mira lo que escucho ahora”, se acercaban algunos, pero se alejaban sin
saludar. Varios me dejaron con la palabra en la boca y algunos otros me
saludaron muy efusivamente, aunque se quedaron callados de repente,
desapareciendo sin despedirse. Pasó mucho rato antes de encontrar a alguien con
quien pasé un rato conversando, saber cómo le iba, compartir algunos recuerdos
y noticias. Al final, nos despedimos y quedé en el mismo rincón del comienzo,
solo, mirando cómo llegaban y se iban algunos conocidos, viendo grupitos de
gente se quedaban desconectados del resto, aunque conversando entre ellos. Bueno,
vi el reloj y era hora de irse de esta extraña juntura de gente que aparece
pero no está, que está y no se ve.
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