Eternecidos
momentos desperdigados por toda la habitación. Huellas
de caricias, de ojos cerrados, de gemidos imperceptibles quedan para siempre
entre estas paredes, detrás de esta puerta. Recuerdos, esperanzas, temores e
ilusiones se juegan el protagonismo de la escena ya transcurrida, ya sin
futuro. Los aromas no se van de las manos, las mejillas, el pensamiento en el
que ya hay una insuficiencia para respirar tranquilos, en paz. Se sembró un
retoño que crecerá invisible, aunque fuerte; escondido de las miradas
fabricantes de noticias. Se regará; no se sabe cuándo ni cuánto, pero ya se sabe
que la resistencia a su muerte es mayor que la usual, que la del catálogo en el
que se venden con garantías de mentira, con inercias asesinas.
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