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martes, 11 de julio de 2017

Aquí chico, sin propósito

Me quedé sin propósito. Pensándolo bien, creo que nunca lo tuve. Caminar sin propósito, se me antoja, es caminar sin rumbo; y cuando uno camina sin rumbo, parece a veces que uno llega al destino, aunque sea con mapa prestado. Pero uno se da cuenta más temprano que tarde que ese no es el destino de uno, que tal vez es el destino de otros que también andan por ahí, sin propósito, tal vez sin saberlo, tal vez parados ya en el lugar correcto. Y así sigue uno, vagando de un lugar a otro, de una brega a otra, de una ilusión a otra, quemando los minutos de vida que nos fueron regalados, sin acercarse al sueño propio, a ese que quizás se escondió tanto entre la maleza de la necesidad, de lo cotidiano, de lo urgente, que creímos perdimos para siempre. Ya sentado aquí, en esta piedra al margen del camino ajeno, cuando siento fuerzas internas, invisibles, mudas, pero que golpean de adentro para afuera, como susurrando un sentido, una dirección. Creo que estas fuerzas raras, sospechosas, fueron las que siempre acallé con la torpeza infantil de antaño, pero que ahora, con humildad y mucho oído estoy dispuesto a recibir para ver qué me cuentan. Espero entonces que no sea así como muy tarde para tener el propósito ese, del que pocos me han conversado antes.

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