En una nave espacial llegaron los políticos, ese tipo de
gente particularmente corrupta, desconsiderada y amantes del poder, que
alternativamente hunde en problemas al resto de la población. Pero según me
informan ahora mismo, están llegando otros platillos voladores con ladrones,
violadores, codiciosos, indiferentes y cualquier otro tipo de malamañosos cuyo
propósito consisten en destruir nuestra sociedad y hacer que todo vaya tan mal
que nos acercaríamos muy pronto a la autodestrucción. Pues sí… han llegado. De hecho,
si usted le pregunta a cualquier persona en la calle, en la iglesia, en el
congreso, en la escuela, y en estos días especialmente, en la misma casa, los
males de nuestro planeta, de nuestros países, de nuestros hogares, se deben a
algún tipo de ser que viene de cualquier otro sitio, menos de aquí mismo. Existe
el convencimiento de que un platillo de esos dejó caer sobre los techos de la
ciudad algunos seres con forma de persona que son los culpables de los males
que padecemos ahora. Así es, pues, que la madre del político que roba,
pervierte y abusa debe ser de un sitio lejano en el universo, no una vecina
nuestra, una conocida nuestra, ¡y menos!, una integrante de nuestra familia. Asimismo,
el ladrón, el violador y el abusador provienen, seguramente, de por ahí del
cinturón de asteroides, no de una “buena familia”, no de la casa de al lado, ¡y
menos!, del cuarto de nuestros hijos, criados entre el capricho y la
indiferencia. Por supuesto y segurito, los otros culpables, los de las otras
razas, las otras nacionalidades, religiones y preferencias sexuales llegaron en
un platillo más sofisticado, con intenciones más específicas, que consisten, al
igual que los bichos anteriores, en confirmar que todos somos una bola de
buenas gentes cuyos problemas tienen un origen distinto de nosotros mismos.
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