Somos expertos
buscando y hasta encontrando soluciones a los meros síntomas, no a las causas
reales. Enfocamos con entusiasmo nuestra miopía a la cresta del incendio y
no al escape de combustible. Establecemos la presunta causa, lo más evidente
ante nuestra ceguera y no lo que se esconde, lo que produce, refuerza y
perpetúa el efecto que nos aqueja, que queremos eliminar. Confeccionamos el instrumento, las herramientas y hasta la filosofía perfectos. Establecemos la infraestructura,
promocionamos por los medios, construimos edificios, abrimos plantas y damos
empleo. Obtenemos entonces la opinión pública a nuestro favor, toda esa gente que está harta del problema. Nos arrojamos, incluso, a ofrecer nuestras vidas “por la causa”. Entonces, al final de un nuevo comienzo, nos alegramos y
publicamos orgullosos, triunfalistas, esos informes pomposos y esperanzados que
afirman que la solución universal a la fiebre es buscar hielo.
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