Quemaré mis recuerdos
de ti. Bajaré por el acantilado y dejaré que la marea se lleve todo lo que
fuiste para mí. Abriré las ventanas y dejaré salir tus aromas de sonrisa, de
pelea, de pasión, de mirada perdida. La brisa de mis mañanas se tomará tus
piropos y la dispersará por ahí, por fuera. Tomaré conciencia para sobrevivir y
haré el esfuerzo correspondiente, responsable, de honrar tus días a mi lado. Finalmente,
abriré mis labios, y con palabras entrecortadas, pronunciaré la amarga y necesaria
despedida; pero ahora no será... Abrázame.
Me encanto. Tiene un sabor diferente a lo usual.
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