Aquí vivíamos. Nos sentíamos
bien. Todos mostrábamos un patrón de conducta uniforme, más que conforme. Estábamos
contentos con lo poco que nos dieron a leer y practicar para ser felices. Un pasito
pacá, un pasito pallá. Y así íbamos al compás de quienes nos hablaba desde el
escalón. Pero uno nunca puede estar tranquilo. Siempre sale alguien que quiere
perturbar el orden, ese orden aprendido y seguido a pie juntillas. Al parecer
había uno de nosotros que comenzó a hacerle caso a esas sensaciones vulgares, a
respetar otras cosas, a dibujar formas, caminos distintos al resto… y se armó
el lío. El pobre loco sufrió primero la burla, luego la cayapa de argumento en
contra y, finalmente, la retaliación de los del escalón. Afortunadamente,
parece que lo lograron acallar y sus locuras ya no tienen efecto en el resto,
que por un momento se fijaron en él para luego volver a su carril. Mira, creo que
podemos estar tranquilos, aunque porái escuché que un grupo de curiosos se habían
subido a la misma ventana a mirar la extraña luz que él miraba… germinando.
Vamos pa'lante y pa'tras, pero vamos...
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