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viernes, 13 de septiembre de 2019

¿Qué extrañarías?

¿Qué extrañarías si no estuvieses aquí, si no estuvieses hoy? ¿Qué cosas estereotípicas, aunque valiosas, como un amanecer, como esa montaña enfrente, como una taza de café del bueno te harían falta? He escuchado que incluso se puede extrañar lo que no se disfrutaba conscientemente; y lo que suena un poco más extraño es que se puede llegar a sufrir por ello. La presencia de tu madre, una conversa con el viejo; una cerveza con tu hermano y tus amigos. El silencio o el bullicio propios. La playa, el río o la laguna a pata de mingo. El cariño permanente de los demás transfigurado en delicadezas invisibles a nuestra miopía. Lo fácil de tantas cosas. Un plato de comida que a pesar de lo impresentable, a pesar del golpe de vista, te vuelve loco y salivas, sin campanitas, al ver el plato acercarse. ¿Qué situaciones que ahora pasan totalmente desapercibidas aparecerían como fantasmas, como recuerdos nuevos de lo que no se pudo ver, de lo que no se cultivó, de lo que pasó siempre por debajo de la mesa por orden expresa de la cotidianidad y su inercia? Tal vez ha de sentirse como cuando se apaga un aparato que no sabíamos que estaba encendido. Tal vez es una vieja revelación, esa, de que solo lo que funciona pasa inadvertido, y al desaparecer es que se comienza a notar que antes nos arrullaba.

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