Dime si eres feliz. Cuéntame de tu entusiasmo. Háblame de tus contenturas. Dime si duermes sonriente, tranquilo, seguido. No me importa tu jornada laboral, tus carros o dónde vivas. No me importan tus títulos y trofeos: dime si te sientes pleno. Dímelo honestamente, porque me resulta el mejor medidor para el bienestar. Dime si conservas el equilibrio en medio de la tristeza, de los contratiempos, de las pérdidas. De ser así, permíteme felicitarte y acercarme un poco a ti para aprovecharme un tanto y saber el color del lente con el que miras la realidad.
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