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martes, 30 de abril de 2019
¿Sorpresa? No te creo...
Todos los
días muere gente o es asesinada. No dejan de cometerse crímenes en todos lados.
Hay muchísimos rompimientos sentimentales cada día. No faltan las situaciones
de aprieto de dinero, de lejanía, de nostalgia. Se me quedó la llave, no había
pan, se fue la luz. No se si nos hemos enterado, pero no tenemos control sobre
las cosas. Todavía no nos queda claro todavía que ese control sobre el entorno es
una ilusión muy convincente de nuestra propia manufactura. Entonces, en medio
de nuestro circo silencioso, de este acto de sueño crónico inducido, nos “sorprendemos”
con lo que pueda ocurrir. Cada vez que surge algún inconveniente —no importa el
tamaño—, nos llevamos las manos a la cabeza y lanzamos exclamaciones como si
ese día —ni ningún otro— estaba destinado para que no ocurriese nada que no nos
gustara, que no estuviese en el menú que preparamos… ¡Cada vez! Es curioso,
pero hay algo en nuestras mentes que nos hace desajustarnos de cómo son las
cosas y tratar de sostener, a ultranza, cómo queremos que sean el modelo
correcto. Ignorar permanentemente la realidad de las cosas produce llagas y no
hay duda de que en el lecho mortuorio, plagado de llagas, sí que nos vamos a llevar
las manos a la cabeza… por última vez.
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