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sábado, 14 de septiembre de 2019
¿Que cambie yo?
Me juzgas
abiertamente y con sospechosa buena intención me invitas a cambiar. El mensaje
me resulta contradictorio, quisiera saber, más bien, tu punto de vista. Viniste
con una verdad en una mano y con un martillo en la otra. Pareces no reconocer
ninguno de los atributos que creo tener, mientras te afincas arteramente en los
defectos que ni siquiera sabía que tenía. Eres un remolino perfecto entrando en
un cuarto polvoriento. Te muestras como con fortaleza garantizada, como
impenetrable, como sin grietas o dudas: eres todo un producto flamante. Pero no
sé; antes de poder escuchar tu mensaje, tus maneras, tu vehemencia me distraen y
ya comienzas a incomodarme. Vamos a hacer una cosa: vas a regresar al sitio del
que saliste esta mañana con tanto entusiasmo, te vas a sentar de nuevo y vas a
recorrer mentalmente cada uno de los pasos que diste ahorita. Si después de
revisar tu proceder no encuentras nada a considerar, a ajustar, a modificar,
mejor ni te molestes en regresar.
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