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miércoles, 25 de septiembre de 2019

¿"Felicidad"? ¿en serio?

“Felicidad”. Término harto manoseado, siempre manipulado, nunca entendido. Cada vez que leo o escucho la palabrita, me pierdo entre sus letras. Al parecer, los más serios hablan del término como un estado positivo subyacente que tiñe con su brillo cada situación, haciéndola, cuando menos, llevadera. Los menos serios llaman “felicidad” a la risita constante, a la carcajada perenne, a la fiesta de yate, a los tragos o el erotismo de adolescentes. Una payasada, pues. El que tiene dinero es feliz. El que tiene un seguro contra incendio es feliz. El que fuma es feliz… o al menos eso parecen decir algunos publicistas; y mientras tanto, quienes no se sienten felices –porque no se vive lo que no se entiende− quedan enganchados en el comercial de moda, en el vicio del momento, en el nuevo relleno para su hueco sin fondo. La felicidad no puede involucrar sobresalto: sería ridículo. Y así siguen las reflexiones, disertaciones o habladurías sobre la “felicidad”, un fantasma que unos afirman conocer, otros declaran vivir y otros juran perseguir incansablemente. Así sigue el burro, detrás de la zanahoria en nombre de un concepto que cada quien usa a su antojo, a su conveniencia, a su desesperación; mientras, pasa el tiempo y en cambio sí se van enterando toditos del significado exacto de la infelicidad. Feliz día.

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