Nunca
se está preparado para el éxito… o para la pérdida. Así se espere, así se tema,
así se proyecte. Nunca se tendrá en el entendimiento, en la alforja, la
verdadera magnitud del asunto hasta que éste toca la puerta, momento en el que
claro, hay que abrir. No importa lo inteligente, lo formulado, lo elaborado del
discurso. No importa cuántas veces haya ocurrido: el experimento anterior nunca
fue tan contundente como este. El amago dice tener la solución. La ilusión o el
temor, la alegría o la tristeza harán coro mientras se sube una vez más al
podio o mientras la rodilla toca de nuevo la tierra embarrada que no olvida. Nunca
se domina lo que sobreviene. Nunca se podrá decir, con la certeza pretendida,
que nuestras redes eran lo suficientemente amplias como para abarcar tan pretenciosa
jornada.
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